Me encantó el islamismo contra el Islam aún más que La Yihad en España, por la que fue amenazado por fundamentalistas islámicos.
He disfrutado con el recorrido por los tiranos que Arístegui denuncia en la obra. Los identifica y define, que es más difícil, a casi todos: indigenistas, leninistas, fundamentalistas islámicos y populistas varios. Jefes de Estado y de Gobierno, opositores y líderes guerrilleros. Intelectuales y líderes de opinión. Se echa de menos una mirada un punto más airada hacia el Gobierno chino, la mayor tiranía del mundo con la que tan permisivos nos mostramos pero, en su conjunto, el elenco de enemigos de Occidente, sus raíces y sus métodos están perfectamente diseñados, con ese amor por las cosas bien hechas que caracteriza la autor.
Ahora bien, haber disfrutado un libro y haber aprendido con él no significa aceptar con su tesis, esa que, por lo general, puede resumirse en un párrafo. El resto es mera demostración de dicha tesis.
No Gustavo, el enemigo de Occidente está dentro. El mundo libre no está en guerra contra con el exterior: es guerra civil. Ningún tirano podría ni soñar poner contra las cuerdas a la Civilización occidental si ésta se mantuviera leal a sus raíces cristianas, esas raíces que dictaminan que la persona es sagrada, y que el hombre antecede a la humanidad. Por lo demás ninguno de esos tiranos de la tanqueta o de la pluma, tiene, ni de lejos, el peso necesario para poner en un brete al Occidente cristiano.
Esa es toda la ideología cristiana creadora de Europa y América: Jerusalén, Atenas y Roma, pero por ese orden. La persona es inviolable porque es hija de Dios.
Esta estupenda realización humana que llamamos Occidente, empezó a torcerse mucho antes de la llegada de los totalitarismo, que ya sólo siguen algunos pirados tipo Chávez (he dicho Chávez, no Chaves), sino con la Revolución Francesa, que deificó al hombre, líderes occidentales como Zapatero -pero también Rajoy, Gustavo- se quedaron ahí: Cuanto más pienso en ello, más me doy cuenta de que el verdadero Dios es el hombre, exhaló el actual presidente del muy occidental Gobierno de España.
Y claro, cambiar una paternidad por un contrato, es el gran juego de la modernidad, una monumental estafa para la humanidad. Y mientras el sentido cristiano prevaleció a pesar de los pesares, por ejemplo en 1948, aún se escribieron páginas gloriosas, como la Carta de los Derechos del Hombre, pero enseguida han llegado los liberticidas con una doble intención: rubricar el texto para, a renglón seguido, pervertirlo. Por ejemplo, el lobby feminista. Criado en Occidente, constituye hoy un enemigo mucho más peligroso los derechos humanos que Fidel Castro. El tiranuelo de La Habana no engaña a nadie, y no hay que temer a quien no puede engañar. Pero nuestro lobby feminista, occidental, predica los derechos reproductivos y la ideología de género, homicida y liberticida a partes iguales, y lo consideramos una creación propia. Eso sí es peligroso, es la corrosiva quinta columna.
El problema de prescindir de Dios no es religioso, Gustavo, es político. Porque si no hay paternidad, tampoco hay fraternidad. Si el hombre no es hijo d Dios, ¿por qué había de ser hermano de los hombres? ¿Por qué habría de ocuparse del más débil? Recuerda: no hay paz sin justicia, no hay justicia sin misericordia.
El enemigo, Gustavo, está dentro, y es una verdadera carcoma. Los adversarios de la libertad no están delante de ti, sino detrás, incluso a tu lado. Tampoco estoy hablando de conversión. Mi objetivo es justo el opuesto al laicismo. El laicismo pretende recluir la religión en la conciencia individual. Yo digo que si Occidente quiere sobrevivir deberá ser cristiano en público aún cuando fuera el ateo más recalcitrante del universo. La conciencia individual necesita a Cristo, pero el foro público necesita del Cristianismo, de la Iglesia.
Por lo demás, has escrito un libro que merece la pena leer. Y de lo más pertinente.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com