El "lobby de mujeres" canaliza tradicionalmente el cien por cien del presupuesto comunitario destinado a mujer. Según los representantes del conocido lobby comunitario, se trata de una organización que agrupa a centenares de asociaciones de mujeres de los quince estados miembro, arrogándose una representación total de las féminas europeas. Se presentan de manera ideológicamente aséptica, pero esconden una clara postura proabortista y un visión política de "género". No confundir con "degenerada".

Este lobby feminista mantiene estrechos lazos con el lobby homosexual y con la internacional abortera Internacional de Planificación Familiar (IPPF, en sus siglas en inglés). Una organización fundada por una mujer resentida, clasista y racista. Unos buenos mimbres sobre los que construir la doctrina Kissinger de combatir la amenaza demográfica: acabemos con la pobreza, eliminando a los pobres.

La IPPF ha desplegado una intensa actividad antidemográfica. Se enorgullece de haber implantado la política del niño por mujer en China, una política que ha disparado la cifra de abortos selectivos practicados en las niñas chinas y que amenaza con dejar sin pareja a millones de chinos.

En la Cumbre de El Cairo trabajaron con especial intensidad a la sombra de la Administración Clinton. Pero prosiguieron su labor de cabildeo en las cumbres de El Cairo 5 y El Cairo 10. También en el informe elaborado por el Parlamento Europeo, aprobado la semana pasada en la Comisión de Sanidad ante el "silencio de los buenos".

La eurodiputada de Unió Democrática de Catalunya, Concepció Ferrer, enmendó el documento con el ánimo de "defender el valor fundamental de la vida". En efecto, Ferrer propone en el  punto 7 "ofrecer información para garantizar un embarazo y una maternidad segura" y aboga por que la Unión Europea y sus estados miembro lleven a cabo campañas de información y asesoramiento en los países en desarrollo "en colaboración con ellos". Además, añade que en esa labor de información se incluyan también los métodos naturales de control de natalidad.

Sin embargo, en la enmienda 30, Concepció Ferrer deplora que los sectores conservadores hayan logrado restringir los fondos previstos para planificación familiar "sin proponer ninguna alternativa". "Lo que yo lamento es que Estados Unidos no haya destinado esos fondos en ayudar a las madres con dificultades o a campañas para garantizar un embarazo y una maternidad seguras", explica Ferrer. Una buena crítica, aunque la eurodiputada conoce bien que la Administración Bush ha financiado y financia a ONG's provida, que trabajan por la misma cultura de la vida que dice defender.

Por otra parte, Ferrer guarda silencio cuando el informe evalúa en 500.000 las muertes de mujeres por embarazos y partos, cuando conoce muy bien que la causa de la mortalidad femenina en los países en desarrollo no es la maternidad, sino la ausencia de recursos sanitarios. Tampoco hace referencia Ferrer a la manipulación de la exposición de motivos del informe en relación a la apuesta por los derechos del no-nacido de la Administración Bush y de la Iglesia Católica. 

El informe lamenta la denominada política de "Ciudad de México", en virtud de la cual no se pueden destinar fondos públicos a aumentar la seguridad en las "interrupciones voluntarias del embarazo". Pero es que, además, lamenta el resultado de la Cumbre de El Cairo, fruto, en su opinión, de una "dura lucha entre la mayoría de países y un grupo de estados fundamentalistas en torno al Vaticano y algunas naciones islámicas por la cuestión de la interrupción del embarazo y la contracepción". Silencio de Ferrer.

La eurodiputada sostiene que es mejor el "posibilismo" frente al "maximalismo". Puede ser, pero, igualmente, y como ella misma reconoce, sus enmiendas no han prosperado por la actuación contundente del lobby proabortista. Además, dentro de la estrategia "posibilista" se podría haber enmendado excesos de redacción del texto original inaceptables para una defensora del derecho a la vida. Pero Ferrer prefirió callar. Quizás porque entendió que la batalla no era ganable. O quizás porque cedió ante el poderoso lobby feminista, que igualmente le tumbó sus enmiendas. 

Y es que siempre es mejor ponerse una vez colorado que ciento amarillo. Una lección muy útil para el quehacer político. El que no avanza, retrocede, y la estrategia de "salvar los muebles" no ha demostrado excesivos réditos. Tampoco el complejo. Es más eficaz la apuesta clara y la apelación al derecho. "Soy ciudadano romano"...

Digo todo esto con ánimo de construir, sin acritud y sin voluntad de juzgar conciencias. Porque Concepció Ferrer es, posiblemente, la política española que más y mejor haya defendido el derecho a la vida. Ahora la pelota está en el europarlamento. Esperemos la reacción de los democristianos -perdón democentristas- reconocidos como Íñigo Méndez de Vigo, José María Gil Robles y José Ignacio Salafranca.

Luis Losada Pescador