"El mundo moderno se resiste a aceptar un dogma basado en una autoridad, pero acepta todo lo aceptable cuanto menos fundamento tenga. Decid que tal cosa es así porque lo afirma el Papa o la Biblia, y lo veréis impugnado sin análisis, como superstición. Pero poned como prefacio a vuestra observación 'Se dice que...', o bien 'No saben que...', o intentad (sin lograrlo) recordar el nombre de algún 'profesor' citado por los diarios, y el sagaz racionalismo del espíritu moderno hará suyas las más nimias de vuestras palabras".
Hoy en día, Chesterton hubiese condensado la reacción no en el "profesor" que escribe en los diarios, sino en "las últimas investigaciones" citadas, no ya por un profesor, sino por un articulista, que es el dueño del pensamiento moderno, o, al menos, de la ausencia de pensamiento alguno en la modernidad. En efecto, basta con afirmar, a ser posible con voz rotunda, que esto es producto de "las últimas investigaciones" para que el auditorio lo acepte sin rechistar, temerosos de situarse justo en el bando anticientífico, en el de los trogloditas sin remedio, en el de los perdedores más abyectos.
Y la influencia, ese misterio insondable de la naturaleza humana, abarca a todos, aunque no sabemos en qué medida. Por ejemplo, el descubrimiento de los muy insignes doctores coreanos Woo Suk Hwan y Shin Yong Moon, presuntos creadores de bebés clonados, justo igual que la ovejita Dolly, que en paz descanse, han solicitado a la comunidad internacional, presos de un súbito frenesí humanista, que se prohíba terminantemente la clonación reproductiva, porque ambos doctores, filántropos ellos, consideran que algún desaprensivo podría fabricar "bebés en serie". Y eso, no me lo negarán, sería terrible para dos hombres sencillos. Ellos han fabricado 30 (o al menos eso dicen), pero no puede hablarse de fabricación en serie. De hecho, General Motors considera que la fabricación en serie es un concepto que sólo puede aplicarse a quien fabrica varios miles de unidades al día.
Además, Shin y Woo, los de las últimas investigaciones, han hecho lo que han hecho por motivos terapéuticos, para curar enfermedades y esas cosas. Y como se trata de prestigiosos científicos de bata blanca, su espantoso cinismo "cuela" en muchos ámbitos. Por ejemplo, mi hijo de 11 años me explicó el domingo que la clonación era "algo muy bueno, porque iba a curar la diabetes, ¿verdad papá?".
Y es que no lo ha dicho el Papa, lo han dicho los medios informativos. Y Shin y Woo han mostrado, además, el lado humano de los científicos. Figúrense ustedes si será humano que ha alcanzado unas cotas de cinismo absolutamente insuperables. Como se lo cuento.
Eulogio López