Nuestras queridas autoridades sanitarias han emprendido una lucha sin cuartel contra la bollería, las golosinas y demás placeres de la vida, que hacen más feliz la existencia de jóvenes y no tan jóvenes.
Contrasta que mientras se da barra libre para el consumo de la píldora del día después, que suponen una ingente ingesta de hormonas para provocar evitar la concepción y se despacha sin prescripción médica, se califique como altamente nocivo para la salud pública y se destierre a los refrescos de cola. Y es que oiga, cómo vamos a comprar la peligrosidad de consumir una gominola en el patio de un colegio, con las bondades de una pastillita inocua como es la píldora del día después.
Seamos serios, la píldora no se debe prohibir, pero su uso debe estar a la altura de sus consecuencias, y por tanto es y debe ser una medida excepcional, no un caramelito que nos tomemos los domingos por la mañana. Criminalizar el consumo de golosinas, simplemente es una voluntad más del gobierno de amargarnos un poco más la vida.
David Javier