Como dicen que ocurre con las mujeres cuando cumplen los 40 años, hay cuestiones que en España se han vuelto invisibles. Especialmente, las más importantes, por ejemplo, el aborto y la familia.

 

Nuestros vecinos franceses, sin ir más lejos, no están dispuestos a aceptar la equiparación entre matrimonio y pareja homosexual. Es la izquierda socialista la que debate sobre la cuestión: Laurent Fabius ha dejado claro que no está dispuesto a igualar cosas tan desiguales, por mucho que sea su respeto a los homosexuales. Insito: un socialista.

 

En España, por el contrario, no se puede ni tan siquiera abrir el debate: ni sobre el matrimonio gay ni sobre la adopción de niños. Simplemente, los que se oponen son los cristianos, conjuntos de todos los males, y la menor sospecha de oposición se considera como subversiva y, naturalmente, antidemocrática. Sencillamente, no se habla.

 

Tampoco se habla del aborto. Ni en el PSOE ni en el PP, especialmente en el PP, está bien visto sacar el tema. Entre la progresía quizás sí, cuando se quiere cabrear a la derecha, siempre temerosa de que a alguien se le ocurra levantar la mano. Pero, por lo general, no hace falta ni hablar de ello. Simplemente, los abortos crecen y el síndrome post aborto destroza vidas (la del hijo en la clínica abortera y la de los padres desde el momento en que se han librado del ‘paquete'), pero nadie habla de ello. En Francia liberalizaron el aborto, pero han medio cumplido la ley (por eso, las más desaprensivas vienen a España, donde nadie les pone pegas de ningún tipo).

 

En España ha llegado un momento en el que no se puede dialogar sobre la vida y la familia, porque estás catalogado antes de empezar. Y ojo, porque el mal es contagioso. Otras cuestiones como la tontuna del pro-Bush o anti-Bush comienzan a entrar en el repertorio de temas prohibidos.

 

Es una especie de sociedad llena de tabúes y prejuicios progres.

 

Eulogio López