Ha sido el tema estrella del Consejo. Y lo ha sido porque los plumíferos querían sangre y se han encontrado con horchata. ¿Qué hay del proyecto de laicidad que planea el Gobierno?, le pregunta una corresponsal británica. De la Vogue le pasa la pelota a Solbes y el vicepresidente económico responde que la autofinanciación es una responsabilidad de la propia Iglesia, pero que, en cuanto a la "práctica", las cifras para 2005 suponen una actualización del actual sistema de financiación: "Se actualizará como se actualizan otras muchas partidas, como los funcionarios". Le falló el subconsciente. Curas = funcionarios. O así. ¿Se equivoca?
Pero ante la insistencia de los plumillas, De la Vega afirma que vivimos en un Estado laico y aconfesional y que, por tanto, no hace falta un plan de laicidad. Eso sí, matiza, sin que nadie se lo pregunte, que el Gobierno seguirá avanzando en los "derechos civiles", que hacen la vida más fácil al ciudadano. A saber: divorcio-express y matrimonio homosexual, sobre el que ha adelantado que "posiblemente" vaya al próximo Consejo de Ministros.
Sin duda, una respuesta al portavoz de la Conferencia Episcopal, Monseñor Martínez Camino, que el jueves 23 señalaba comprender que la feligresía quisiera echarse a la calle para quejarse sobre estos temas. "Vamos a hablar y dialogar, pero vamos a seguir avanzando", señala De la Vega. O sea, que tiene una agenda muy clara, que la Iglesia no la va a frenar y que no va a levantar el asunto de la financiación ahora para no levantar más ampollas de las imprescindibles. Al fin y al cabo, se trata de dinero. Y público. ¿A quién le importa?