El gobernador del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, amenaza con subir el precio oficial del dinero esta misma semana en Europa, dado que la inflación está subiendo. Es un argumento inapelable, y como todo argumento indiscutible, suele ser falso. Si subimos el precio oficial del dinero para combatir la inflación, ¿por qué no lo bajamos cuando el PIB no crece –lo que también está ocurriendo en Europa-?

Son muchos los que piensan que tan difícil es que se reduzca la inflación subiendo los tipos como que crezca el PIB bajándolos, pero esa es otra cuestión. Por de pronto, si el BCE sube el precio oficial del dinero el jueves 3, ya habrá un componente inflacionario: las hipotecas. Es un futurible probable que la inflación baje subiendo tipos, pero es una realidad inmediata que las familias tendrán que pagar más por su hipoteca desde el momento mismo en que suben los tipos. Subiendo el precio del dinero –al menos a corto plazo, que a medio todos calvos y a largo todos muertos-, Trichet beneficia a las rentas del capital y fastidia a la clase media y baja, a las familias, que son las endeudadas. Pero es difícil luchar contra el sofisma de la ortodoxia monetaria, porque ha sido aceptado por la progresía, que es la que manda.

Y es que, en tiempos de crisis económica, se disparan los sofismas. Sofisma es el empeño de Trichet por aumentar el precio del dinero y la eficiencia de esta medida, pero no son menos los sofismas de los sindicatos. Así, José María Fidalgo, de Comisiones Obreras, riñe al Partido Popular por pedir que se reduzca la recaudación y el gasto público: otro sofisma.

Veamos: ¿Por qué no puede? ¿Es que es bueno freír a impuestos a los ciudadanos? Tan bueno puede ser para la ciudadanía que les reduzcan los impuestos como que le aumenten las prestaciones públicas. Además, el carácter subsidiario del Estado en un régimen de libertades lleva a concluir que, cuando más pequeño sea el Estado, mejor, siempre que esa pequeñez no suponga que el pez grande se coma al chico. El Estado sirve para distribuir riqueza cuando la sociedad no lo hace, pero sólo entonces.

Para los sindicatos no: para los sindicatos lo mejor son impuestos altos y muchas prestaciones públicas con el dinero de todos, porque ahí sí que pueden meter la cuchara: pero eso es lo que le conviene a Fidalgo, no necesariamente al conjunto de los españoles.

Habrá que insistir en las dos cuestiones claves:

1. ¿Quién ha sido el responsable de la actual crisis económica? La especulación en los mercados financieros, que se ha contagiado a toda la economía. En suma, la codicia de las bolsas, que han creado una enorme burbuja, la más grande de la historia, que cada vez afecta más negativamente a la economía real. Nadie se ha preocupado de luchar contra esa especulación rampante. El martes, por ejemplo, leíamos que el Banco Santander ha sido obligado por las agencias de riesgo –otro invento lamentable del capitalismo financiero- a ofrecer más réditos por su nueva emisión de titulizaciones, emisiones que el señor Botín no ha dejado de ejecutar a pesar de ser el responsable de la crisis. Nadie se ha preocupado de gravar la especulación no de, al menos, distinguirla de la inversión productiva. Es decir, que, en cuanto termine esta crisis, volveremos a tropezar en la misma piedra y llegará otra. Los productos estructurados, sencillamente, deberían prohibirlos, y los derivados con materias primas, gravarlos y colocarles límites.

Segunda cuestión: de la crisis actual de crecimiento e inflación puede salirse dos formas: o se reducen los impuestos o se aumentan los gastos en infraestructuras. La primera e la opción de cualquier liberal, de la antigua derecha; la segunda es la opción de cualquier socialdemócrata, de la izquierda clásica. En el momento presente, yo optaría por la solución socialdemócrata, al menos en España, pero lo que de ningún modo puede hacerse es optar por lo peor de ambos métodos: mantener impuestos próximos a lo confiscatorio y, al mismo tiempo, reducir el gasto público, especialmente en infraestructuras... para mantener las prestaciones que son las que van a mantener a ZP en el poder. Eso es, justamente, lo que propone el Gobierno ZP y el sindicato Comisiones Obreras.

Y, encima, no castigar la codicia especulativa de los mercados financieros, verdadero cáncer del mundo actual. Si lo quieren en lenguaje de la teología de la liberación: las bolsas se han convertido hoy en una verdadera estructura de pecado. Así, como suena. Estructura, que no coyuntura, de pecado.

Eulogio López