A lo largo de su reinado nos ha demostrado a todos los españoles que es una persona valiente, sensible a las inquietudes de su pueblo y que sufre con los que sufren.
Por eso me dirijo a usted, al considerarle el último recurso que nos queda para impedir lo que, sin lugar a dudas, será una de las mayores injusticias que van a cometerse en la historia de España. Me refiero a la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, más conocida como Ley del Aborto.
No pretendo insistirle en lo que, seguro, usted ya sabe: desde el momento de la concepción hay una vida humana, distinta a la de la madre, que tiene todo el derecho del mundo a vivir, y frente al derecho supremo de la vida no cabe anteponer ningún otro derecho.
Hay muchas alternativas que se pueden ofrecer a las mujeres que se enfrentan a un embarazo imprevisto, pero sólo su mediación podría hacer posible un consenso en tal sentido. Para superar el conflicto, las madres necesitan toda la protección del Estado y no que sean inducidas a un terrible error, con graves consecuencias físicas y psíquicas que las acompañará el resto de su vida.
Sabe también que nos hemos manifestado en las calles, que la mayor parte de la población española considera el aborto como una catástrofe y un atentado contra la dignidad de la mujer embarazada y no, según pretende esta Ley, como un derecho.
Ni el Gobierno, ni nuestros representantes en el parlamento, han sido capaces de entender, por intereses políticos o por cobardía, algo que cualquier ser humano con una mínima sensibilidad puede comprender: la vida humana es sagrada y más aún cuando no puede defenderse por sí misma.
Por favor, Majestad, no sancione con su firma este nuevo holocausto. Aunque esta valiente decisión le traerá contratiempos, sin su firma la Ley no entrará en vigor. Evitará así muchísimo dolor y sufrimiento a miles de mujeres, y, lo más importante, salvará infinidad de vidas que no tienen posibilidad de defenderse.
Con la esperanza de ser escuchado, me despido atentamente,
José María M. García
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