El capitalismo, el comunismo y el socialismo se citan. El socialismo llega tarde y se disculpa. Perdonen la tardanza pero he tenido que hacer cola para comprar un poco de carne. Los otros dos se quedan muy asombrados. El capitalismo pregunta: ¿Qué es una cola?; el comunismo también quiere saber: ¿Qué es la carne?

Una de las características de los polacos es que saben sufrir con humor. Es decir, que saben sufrir. Lo anterior era un chiste contado entre los miembros del hoy olvidado sindicato Solidaridad, los mismos que inventaron el nosotros hacemos como que trabajamos y ellos hacen como que nos pagan, la mejor descripción de la economía estalinista que este periodista económico haya escuchado jamás.

Debería ser obligada la visita al museo de solidaridad, ubicado en Gdansk, frente a los Astilleros Lenin. No se encontrarán obras de arte, pero es un libro vivo de la tiranía comunista. Allí se reunía la cúpula del sindicato Solidaridad, aquellos obreros que cambiaría el curso de la historia. Y unos vídeos ilustrativos, porque explican la caída del comunismo en toda Europa del Este y en la antigua Unión Soviética, en un efecto dominó que produjo un cambio telúrico tan inesperado que a los historiadores aún no han tenido tiempo para contarlo ni, lo que es peor, perspectiva para interpretarlo.

En un momento se puede ver un cuarto de baño de la época con una pintada: Aquí se fabrica el queso para la Unión soviética. Más allá, se reproduce una tienda de comestibles de la era de los soviets, donde las carnicerías eran conocidas por los polacos como el ropero. Imagínense una serie de clavos de los que de deberían los trozos de carne, pero que siempre se encuentran vacíos, y comprenderán por qué los polacos los rebautizaron así.

La cartilla de racionamiento -similar a la que años atrás contemplé en Cuba- ofrecía unas posibilidades por debajo del nivel de subsistencia, en la que a la economía de simple subsistencia se unían ciertos detalles de refinada crueldad. Por ejemplo, si el padre consumía alcohol, sus hijos se quedaban sin dulces. O una cosa u otra.

Sin embargo, los polacos ambicionaban más la libertad que la comida, quizás en la acertadísima sospecha de que, sin libertad, no hay ni tan siquiera comida para todos.

De los 21 puntos reivindicativos de Solidaridad al Partido Comunista de Polonia, el primero era el de sindicatos libres. Pero con la libertad ocurre lo mismo que con la verdad: que es una e indivisible. El Gobierno polaco, con un ojo fijo en el Kremlin, no comprendió a tiempo que por la grieta de la libertad sindical se colaron todas las libertades y se terminaron todas las mentiras.

Cuando Juan Pablo II comprendió que el comunismo se deshacía como un azucarillo en café hirviendo, ya no se preocupó de resaltar sus contradicciones sino que se concentró en un único objetivo: que las víctimas del sistema, que ya preveía triunfante, no se dieran a la venganza sino a la justicia. Y su enorme prestigio sobre el pueblo polaco consiguió esta última hazaña.

Buena alegoría de todo el Papado de Karol Wojtyla. Me sorprende los cristianos bienintencionados que se miran, perplejos y pronuncian palabras parecidas a éstas: Sí, Juan Pablo II hizo mucho bien, pero no hemos salido del pozo. No es verdad. Juan Pablo II hizo precisamente eso: nos sacó del pozo, de la confusión en que se movía la Cristiandad y, por ende, la humanidad entera (que, le guste o no, depende del Cuerpo Místico). Pero la historia es la historia de la libertad y la historia comienza con cada individuo, que deberá elegir, como si tratara del mismísimo Adán, entre la esperanza y la desesperación. Cuando termine la historia y veamos cómo somos vistos, comprenderemos que el papa polaco retrasó un par de lustros el varapalo que nos estamos buscando desde hace un par de siglos, al tiempo que nos suprimía todas las excusas para evitar lo que más teme la única especie libre que puebla la tierra: su libre albedrío. Desde Juan Pablo II el misterio de la iniquidad ya no se oculta, el ejército de fieles tampoco. Superado el terrorismo que golpea y se oculta estamos llegando a la batalla abierta. Es mucho lo que hemos ganado.

Un tipo capaz de lograr todo eso tenía que haber sufrido el paganismo nazi, la barbarie comunista y el suicidio capitalista y haber salido victorioso de todos ellos. Esto es, tenía que ser polaco, gente experta en el horror y en el humor.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com