Ante tan lamentable circunstancia, me temo que mi propuesta de condena conjunta para el alcalde de Madrid -acusador-, don Alberto Ruiz Gallardón, y para el locutor de la COPE -acusado-, Federico Jiménez, no verá la luz pero apuraré todas las posibilidades: un día y una hora en cárcel de papel -aquel glorioso e incruento invento de La Codorniz- para don Federico Jiménez por doble pena: autoalabanza y malsana ubicación de su persona en el centro del debate nacional -qué digo: del mundo mundial- y secuestro de la cadena de radio confesional católica, secuestro aprovechado por los enemigos de la Iglesia -muy creciditos, últimamente- para cargar contra los representantes más cualificados del Cuerpo Místico, y por los católicos de formación incipiente, que corren el riesgo de confundir los denuestos y gracietas de Jiménez con la doctrina del Magisterio. Ya saben: Primer mandamiento, echarás de Moncloa a ZP y pondrás en su lugar a quien te diga Jiménez y Ramírez: hasta ayer Esperanza Aguirre pero esto puede cambiar.
Para el alcalde doctrino, conocido como Gay-ardón, no porque nadie dude de su virilidad sino por su tendencia a oficiar homomonios, día y medio de cárcel-papiro por alta traición a los principios que dice defender y utilización espuria de los tribunales. El regidor decía que él no podía haber pasado página en la investigación del 11-M porque su chofer pasó aquel aciago día penando por su hermana, que podía estar entre las víctimas. Un argumento consistente, que recuerda el del fiscal Fernando Burgos, en el juicio contra Emilio Botín por las indemnizaciones de Amusátegui y Corcóstegui. Extrañábase el servidor público de cómo alguien podía cometer la tropelía de acusar a Emilio Botín de emplear el dinero de los accionistas para quedarse sólo en el poder, precisamente don Emilio, que había dedicado tantos lustros de honesta labor al banco: ¡Inconcebible!
Incluso otro medio día más de cárcel de papel merécese el Capo de la Villa y Corte, tras afirmar que lo que le había dicho Jiménez era el peor insulto, la peor injuria, que le habían dedicado en toda su vida política. Pero hombre señor alcalde, no diga tonterías.
Tan culpable es Jiménez como Gay-ardón. Y asusta pensar que este es el país que tenemos: periodistas ejerciendo de protagonistas, políticos con más cara que espalda, empresarios y banqueros sin mácula porque han dedicado muchos años a sus entidades -las mismas que les han hecho ricos- y magistrados -me refiero a Baltasar Garzón, que se ha retratado en la mañana del jueves con feroces críticas a Jiménez- que quieren ser la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro.
No hay que castigar a la opinión pública: basa con desterrar a la opinión publicada.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com