La verdadera obra de ingeniería social, es decir, la más sangrienta de las dictaduras del siglo XX, y que aún se arrastra durante el siglo XXI se llama China. China y su política demográfica, por la que durante 40 años se ha prohibido a los matrimonios tener más de un hijo. Justo ahora, las autoridades chinas se disponen a corregir el desequilibrio de géneros provocado por esa medida. En otras palabras, durante esos 40 años de tiranía demográfica, que han acabado por corromper a toda la sociedad china, casi todas las parejas han decidido que su único hijo fuera varón. Así, se ha llegado a una desproporción tal entre hombres y mujeres que los varones chinos van a tener que organizar verdaderas "caravanas de mujeres" si quieren compartir su vida. Y durante esta etapa verdaderamente negra de la historia, también se ha producido una marea  de abortos selectivos. En teoría, en China los médicos no podían decirles a los padres, tras la primera ecografía, el sexo de su hijo. Sin embargo, oh casualidad, el número de varones superaba al de mujeres (según las cifras que ahora proporciona el Gobierno chino, en un 20%; según las cifras que manejan organizaciones humanitarias católicas chinas, en un 50%).

En definitiva, el Gobierno de Pekín quiere acabar con los abortos selectivos, lo que está muy requetebién, pero mantiene la misma política demográfica, lo que está muy requetemal. El régimen comunista que oprime a casi una quinta parte de la humanidad mantiene la prohibición de tener los hijos que a cada pareja le venga en gana. Y esto ocasiona dos problemas mucho más graves que el hecho de que los chinos no puedan ligar. Por una parte, la población sigue envejeciendo a marchas forzadas de tal forma que será el resto del mundo el que tenga que pagar la catástrofe demográfica china (la pensión de jubilación de un trabajador chino urbano y cualificado es de unos 80 dólares al mes). Los resultados son bien previsibles y ya se están viendo en forma de flujos migratorios masivos hacia el área OCDE.

Pero hay algo todavía más grave: la teoría de un hijo por pareja ha pervertido a la sociedad china hasta sus mismas raíces. El aborto se ha convertido en algo tan habitual como la gimnasia matutina en los parques, la cosificación de las personas ha convertido a China en la mayor máquina de tráfico de órganos, el único dios al que adoran los chinos es el dinero, por una mera cuestión de supervivencia y la corrupción se ha convertido en la política de Estado: la máxima aspiración de todo miembro del Partido comunista es conseguir una licencia de importación.

China es el vivo reflejo de las consecuencias de la cultura de la muerte. Si alguien quiere saber a qué conduce la cultura de la muerte, es a esto: conduce a China.