No les voy a dar más coba que ya les he dado mucha, pero nuevamente me aprovecho de su buen trabajo. No dejen de leer el informe apresurado -Carrillo murió en la tarde del martes y este informe-noticia se ha repartido por la red Internet en la madrugada del miércoles, ejemplo de cómo la perentoriedad periodística no tiene por qué ir reñida con la verdad (lo del rigor ya saben que me gusta mucho menos que la verdad).

Navarra Confidencial documenta a la perfección la actuación de Carrillo durante la II República y la Guerra Civil. Carrillo (en la imagen) es calificado de golpista y criminal de guerra. Ambas cosas son ciertas y lo primero es más grave que lo segundo. Puede justificarse moralmente un golpe de Estado frente a un Estado opresor porque democracia no es -no sólo otorgar el poder frente a las urnas- sino, ante todo, la defensa de los derechos inalienables del hombre, personaje más que digno por ser Hijo de Dios redimido por Cristo.

Lo de criminal de guerra es más grave, por lo de criminal, no por lo de guerra, porque la guerra, aunque debe evitarse a toda costa, también tiene sus normas éticas. Además, en la Guerra Civil Española se cometieron muchos crímenes de guerra. En los dos bandos, aunque más en el republicano-democrático que en el franquista-autoritario. El Franquismo tuvo la suerte de estar constantemente vigilado e inducido por la Iglesia. Carrillo pudo elegir entre ser verdugo o víctima de la revolución. Eligió lo primero.

Además, años después, colaboró en la instauración de la Democracia en España. Entonces, ¿qué es lo que achaco al líder político fallecido? Pues que jamás se arrepintió de lo sucedido. Si Carrillo hubiera pedido perdón por Paracuellos yo no estaría escribiendo estás líneas sobre un cadáver, aún caliente, porque el respeto a los muertos está en el origen de la civilización. Acepto a Carrillo como diputado electo porque así fue libremente votado pero no acepto al contumaz Carrillo que pretendió pasar página dejando lo anterior en blanco.

La muerte de Carrillo coincide con el juicio contra el doctor Morín, el hacedor de miles de abortos. En sus declaraciones en la vista que se celebra en Barcelona, Morín tampoco se arrepiente de nada. Insiste en que todo lo que hizo fue legal. Posiblemente fue legal y letal pues la ley del aborto no sólo es homicida: es un fraude de ley.

Por lo demás, descanse en paz. No se dónde está ahora Santiago Carrillo, pero deseo que se arrepintiera ante Dios antes de compadecer ante su Tribunal inapelable.

Eulogio López

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