En este momento, recuerda Cáritas, "las políticas de migración, tanto a nivel europeo como a nivel nacional, siguen centradas en unos métodos de control de los flujos migratorios que, bajo el objetivo de reforzar la lucha contra las mafias -que, sin duda, hay que combatir-, no dejan de reforzar los mecanismos de acceso mediante métodos disuasorios que lo único que consiguen es infligir más dolor".
Y como denuncian los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones en su reciente Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2014, "a los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses".
A fecha de hoy, denuncia Cáritas, "ni una apuesta por impulsar políticas de desarrollo económico y social en los países de origen". En lugar de ello, asegura, "no dejamos de constatar dificultades crecientes en los procedimientos de documentación y renovación, y la persistencia en un modelo que supone encerrar a las personas migrantes en centros de internamiento".
Por eso, como recuerda el Papa Francisco, "respetando la independencia y la cultura de cada nación, hay que recordar siempre que el planeta es de toda la humanidad y para toda la humanidad, y que el solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos o menor desarrollo, no significa que vivan en menor dignidad" (Evangelii Gaudium, 190).
Cáritas está acompañando a personas cuyo proyecto de vida se ve interrumpido por falta de oportunidades, familias que, empujadas al retorno a sus países de origen, tienen que sufrir una nueva ruptura, un nuevo duelo migratorio y afrontar un regreso que, lejos de ser voluntario, se convierte en una nueva expulsión.
Acompañan también a muchas otras familias, que en este nuevo contexto de precariedad social caen en la irregularidad sobrevenida y, con ello, en la exclusión en el acceso a derechos tan básicos como la salud.
Jaume Catalán Díaz