El monstruo de Amstetten, el austríaco que durante 24 años, abusó carnalmente y esclavizó a su propia primogénita, Elísabeth Fritzl, con la que engendró siete hijos, está cumpliendo cadena perpetua.

¿Cómo es posible que las autoridades hayan concedido un permiso para llevar a cabo, desde la cárcel, un proyecto inmobiliario? Los terrenos están a escasos metros del zulo donde, Elisabeth, padeció el prolongado y punzante sometimiento sexual.

Un monstruo que ha sido el culpable de los delitos de parricidio por omisión de amparo, tiranía, estupro, falta de libertad, coerción grave e incesto, no se le puede permitir ningún tipo de actividad. La cadena perpetua equivale a una muerte lenta en el presidio.

La cadena perpetua es una pena que priva la libertad de forma indefinida, que habitualmente se aplica como condena de por vida ante una fechoría enorme, y que implica la privación de libertad hasta la muerte. En la mayoría de los gobiernos en los que no se contempla la pena capital, la cadena perpetua sin ninguna posibilidad de libertad condicional es el correctivo más inclemente que se le puede aplicar a un delincuente violador y asesino.

Por otra parte, los padres de Marta del Castillo, exterminada en el año 2009, han exhibido en el Congreso de los Diputados 35 cajas con 1.600 rúbricas exigiendo que se celebre un sufragio general que ratifique la instauración de la cadena perpetua en nuestra legislación y que los procesados, por transgresiones graves, cumplan las condenas en su totalidad, sin gozar de ningún privilegio carcelario.

No se puede dejar en libertad a un neurótico o a un profanador de niños peligroso. Debe cumplir su pena ya que es un peligro para la Humanidad.

Por último, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU ratificó una resolución en la que se pedía a todos los países del universo abolir la pena de muerte, proteger la dignidad y los derechos inalienables de toda persona humana, en todos los momentos de su existencia, desde la concepción hasta la muerte natural. En su lugar se debe aplicar la cadena perpetua.

Clemente Ferrer

clementeferrer3@gmail.com