Shaw pensaba que el hombre había creado a Dios; Chesterton, que Dios había creado al hombre. Shaw era socialista y creía en la abolición de la propiedad privada en aras de la propiedad pública; Chesterton era un distribituista que creía en la abolición de la propiedad común en aras de una propiedad genuinamente privada.
Así explica el gran biógrafo británico Joseph Pearce las diferencias entre el socialista Fabiano George Bernard Shaw y el periodista cristiano Gilbert K. Chesterton (GKC), las dos vertientes donde se resumen el debate intelectual de toda la edad contemporánea: dos amigos que se pasaron 30 años batallando en todo tipo de debates.
El dramaturgo George Bernard Shaw pensaba en su contrincante intelectual cuando defendió la bonanza de su ideología fabiano-socialista de la siguiente guisa: Un Estado socialista haría trabajar a los vagos y pondría a régimen a los gordos o les haría hacer ejercicio. Limitaría el número de jarras de cerveza que podría beber cada uno. Educaría al individuo, en definitiva.
Chesterton, que pesaba casi 130 kilos, respondió al escuálido Shaw con una viñeta donde aparecía atado a una farola mientras unos revolucionarios le obligaban a beber el contenido de una jarra. Todo ello animado con la siguiente leyenda: El señor Shaw se niega a beber la sangre de los aristócratas, pretextando que es vegetariano y que se opone al maltrato de los animales inferiores. Le han matado.
Al parecer, la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI no nos ha ofrecido mucha novedad en el debate ideológico. Con el periodo de entreguerras culminó la tontería modernista y sólo sobrevivieron los modernistas que se auto imponían la creencia en todo tipo de tonterías. Son legión, ciertamente y ahora gustan llamarse progresistas, pero siguen diciendo las mismas majaderías de antaño y se distinguen por su escaso amor a la vida, a la que apenas logran extraer una mísera parte de jugo. Son, como diría Chesterton, cuando empleaba el más humillante de sus insultos: Bebedores de agua. Personajes incoloros, inodoros e insípidos, que no viven sino sobreviven, recluidos en la propiedad común, sea ésta pública o privada, menos dados a la vida que a la supervivencia. No beben, no fuman, algunos de ellos -que Dios les perdone- han caído en el vegetarianismo y no pocas de ellas en la anorexia.
Volviendo de nuevo al pulso Shaw-Chesterton, uno de los mayores logros de Gilbert sucedió en terreno enemigo, cuando el dramaturgo tuvo que sufrir cómo en el mismísimo club fabiano de Londres, una ristra de jóvenes socialistas, de donde emanaban vapores etílicos, habían convertido en copla la siguiente poesía de su adversario orondo y cristiano adversario:
El cielo se venía abajo hecho raudales,
los astros palpitaban en turbios barrizales,
quizá ya se apagaban los fuegos infernales,
el pico más enhiesto rendíase a su sino...
Noé a pesar de todo, sereno y sin temor
Alzaba a Dios los ojos rezando con fervor:
Por fuera corra el agua, por dentro corra el vino.
No sin razón, el ateo H. G. Wells, aliado de Shaw y enemigo jurado de Chesterton, acabaría concluyendo que GKC y su inseparable Hilaire Belloc habían rodeado al cristianismo de un halo tabernario.
Se preguntarán ustedes qué tiene que ver todo eso con la política económica del Gobierno Zapatero. Todo. Dato fundamental: la vicepresidenta económica del Gobierno, Elena Salgado, es vegetariana. La vicepresidenta primera del Gobierno, doña Teresa Fernández de la Vega, no alcanza los 50 kilos de peso. A buen entendedor...
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com