• Cardenal Amato: "la humildad nos arranca la careta de cartón, ridícula, que llevan los presuntuosos".
  • Cariñoso y profundo mensaje del Papa Francisco sobre el ex prelado del Opus Dei.
  • Los vaticanólogos lo tienen difícil: acudieron obispos progres y carcas. Esto es complica.
  • El arzobispo Reig Pla, el mismo que calificó al PP como una "estructura de pecado", compartió invitación de asistencia con los ministros de Mariano Rajoy, Guindos y Fernández.
  • Rouco habrá agradecido el empeño de la obra en hacerle protagonista de la ceremonia de beatificación de Álvaro del Portillo.
  • De postre, el arzobispo saliente de Madrid se quitó complejos y habló de la Guerra civil, además de referirse a su predecesor, Eijo y Garay, como "patriarca de las Indias occidentales". ¡Toma ya!

La ceremonia comenzó con el mensaje enviado por el Papa Francisco a los reunidos en Valdebebas para la ceremonia de beatificación de Álvaro del Portillo, prelado del Opus Dei. Para quien dice -siempre hay un poso de verdad en toda mentira- que al actual Pontífice no le gustaba el Opus Dei, lo cierto es que no se ha conformado con una nota formal para la ocasión: ha entrado en el corazón de Álvaro, alrededor de una de las jaculatorias preferidas del nuevo beato "Señor perdón; Señor, gracias; Señor, ayúdame más". Lo dice el Papa: "Gracias, perdón, ayúdame: en estas palabras se expresa la tensión de una existencia centrada en Dios".

Y cuando terminó el mensaje papal, largo mensaje, los miembros del Opus Dei y todos los presentes, lanzaron un aplauso cerrado. Si al cardenal Bergoglio no le caía bien el Opus Dei ha cambiado de opinión. Y el Opus Dei se ha volcado con el Papa Francisco.

Todo ello bajo el lema que enmarcaba el gran altar de la ceremonia de beatificación: "Regnare Christum volumus". El Reinado de Cristo es lo que queremos. La proposición viene de atrás y hoy resulta políticamente incorrecta.

Los organizadores se lo han puesto difícil a los vaticanólogos, estuvieron representados gente bien distinta -ya saben, obispos conservadores y otros progresistas-. Y así, decidieron acudir los cardenales Cañizares y Martínez Sistach, o los abades Josep María Soler y Santiago Cantera. Y esto resulta molesto porque si hubieran acudido los de una sola tendencia el análisis del vaticanólogo saldría por sí sólo. Ya son ganas de fastidiar.

Había de todo, oiga. Total: 5 cardenales, 14 arzobispos y 50 obispos, 1.500 sacerdotes y una multitud, insisto, llegada de cinco continentes, que me niego a contabilizar.

Lectura en distintas lenguas para resaltar el carácter internacional del Opus Dei. Incluso un mensaje del prelado en el que hablaba de 'los y las' (no, no dijo miembras).

Del mensaje del celebrante, Angelo Amato me quedo con las siguientes palabras, muy propias de un italiano: Del Portillo "era un auténtico caballero, no era locuaz". Algo que recuerda aquello de que un caballero jamás tiene calor. Pero no, el cardenal Amato quería decir que era ponderado a la hora del juicio -don Álvaro no era periodista, sino ingeniero- y un señor que no calumniaba, ni tan siquiera difamaba a nadie. Para entendernos, era poco español.

Un detalle del mejor Opus Dei: antes de comenzar la ceremonia, un sacerdote de la Prelatura se dirige a la multitud presente y le anima a practicar el sacramento de la reconciliación en los confesionarios colocados al efecto. No sólo eso: como quien no quiere la cosa, recordó a los presentes las tres condiciones 'sine qua non' para acceder a la comunión: estar en gracia de Dios, no comer una hora antes de comulgar y  saber a quién se recibe.

Por lo demás, Amato recordó la humildad del beato. Toda su glosa de don Álvaro se refirió a esta virtud: "la humildad nos arranca la careta de cartón, ridícula, que llevan los presuntuosos".

Por cierto, a la ceremonia acudieron los ministros Jorge Fernández y Luis de Guindos. Ocurre que también estaba presente el arzobispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, quien había calificado unos días antes al Partido Popular como una 'estructura de pecado' o sea, como quien dice que ahí había un problema, y no era un problema del beatificado, se lo aseguro.

Como éramos pocos, el Gobierno Rajoy se dedica a contraprogramar la ceremonia de beatificación. Cataluña, que como saben no es una zona de España sino un problema, merece que la vicepresidenta nos explique cómo va a defender la unidad de España, pasito a pasito, o sea, en una guerra de leguleyos a través del Tribunal Constitucional. Y así, el Gobierno contraprogramó la ceremonia de beatificación para explicarnos que el bueno de Artur Mas se va a enterar de lo que vale un peine. Una tontuna, porque Mas no persigue la independencia, que sabe imposible: lo que persigue es continuar siendo la reina del baile. O la bruja baile, da lo mismo, siempre que se sitúe en el centro de todas las cosas. Precisamente en el centro. Ni más ni menos. Y eso no se entiende ni desde Moncloa ni desde el Tribunal Constitucional: se entiende desde Valdebebas, que de moral, no de política, hablamos cuando hablamos del 'problema catalán'.

Volvamos a la beatificación. Para el prelado actual del Opus Dei, Javier Echevarría, no quiso brillar y simplemente dio las gracias a los que habían ayudado en el proceso: al actual Papa pero también a Benedicto XVI que inició el periplo de la beatificación de don Álvaro. Y a Antonio María Rouco, co-celebrante por especial deseo de la Obra. Lo habrá agradecido, porque a Rouco le están breando los vaticanólogos, progres y carcas, muchos de ellos curas rebotados o conseguidores que no le han sacado a Rouco todo lo que querían, con una campaña de embustes que sólo se entiende en el muy castizo hacer leña del árbol caído.

Y cerró la ceremonia el propio Rouco: en Madrid durante "los convulsos años de la Guerra civil (don Álvaro), tuvo ocasión de dar ocasión de su amor y fidelidad a Cristo, tanto en una difícil y arriesgada labor de catequesis como en los meses que pasó encarcelado".

¡Bien por Rouco! ¿Acaso puede entenderse el nacimiento -heroico- del Opus Dei desde esa tonta falsedad histórica que considera a la muy democrática II República como el acabose del respeto a los demás ¡Qué respeto ni que ocho cuartos! La II República consistió en una carnicería de católicos. En ese ambiente nacía el Opus Dei; por eso se crió fuerte.

Incluso más: el arzobispo ya casi emérito de Madrid se refirió al hombre que ordenó sacerdote a Portillo: habló de su predecesor, don Leopoldo Eijo y Garay, nada menos que 'patriarca de las Indias occidentales' y es que antaño, en aquella sociedad de fe sólida que era la España de la década de los años 30 del pasado siglo, teníamos menos complejos: así, como suena, Rouco metió la morcilla -no figura en el texto oficial de Eijo y Garay "patriarca de las islas Occidentales". Con un par.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com