El próximo lunes 23 vence el plazo para presentar en la sede de Merrill Lynch, banco de inversión que coordina el proceso, ofertas no vinculantes por el grupo de telecomunicaciones AUNA, telefonía fija y móvil (AMENA) y el control de las principales demarcaciones de fibra óptica. Como quiera que el Banco Santander es accionista de referencia, tanto de AUNA como de ONO, será él quien decida el sesgo final que adopte la operación.
Pues bien, ninguna operadora del sector se había personado el viernes a recoger la información. Sólo fondos de capital-riesgo (private equity), agrupados en tres equipos: por un lado, CVC-APAX, los primeros que hicieron una oferta por AUNA; de otro, Providence, Carlyle y Blackstone. Los dos primeros son los instrumentos del presidente de ONO, Eugenio Galdón, que apuesta por que ONO se coma a AUNA Cable mientras Blackstone se quede con los móviles de AMENA. En tercer lugar, figura el fondo norteamericano KKR (Kohlberg-Kravis-Roberts), uno de los que más opciones tienen de hacerse con el triunfo. KKR lo quiere tod AUNA y, luego, ONO.
La opción de Providence es significativa de cómo operan estos fondos destroza-empresas, perfectamente definidos en las películas Wall Street y El dinero de los
Demás: trocean la empresa y la venden por partes. La otra táctica, la más habitual, es reducir los costes (generalmente despidiendo empleados) y revenderla después o sacarla a Bolsa. Con ello, además, pagan su apalancamiento y ganan dinero. Un detalle: 48 horas después de anunciarse la compra de Cortefiel por CVC, la compañía anunció el despido del 40% de su plantilla en su planta de la Costa del Sol. Al mismo tiempo, estos fondos aumentan la burbuja especulativa, dado que siempre compran apalancados, lo que aumenta el peligro de crisis bursátil.
En otras palabras, por el momento no ha acudido a la puja ni un solo operador de telecomunicaciones, es decir, una empresa interesada en producir, no sólo en comprar y vender. El mexicano Carlos Slim no ha hecho acto de presencia. También es cierto que el plazo para ofertas vinculantes culmina durante la primera semana de julio, pero el que no muestre su interés antes del próximo lunes no podrá acceder al data-room o información sobre la empresa.
Por otra parte, el mariposeo que durante meses se han traído AUNA y la empresa de calle de ONO (AUNA compra ONO u ONO compra AUNA), siendo que ambas compañías tienen un mismo socio de referencia (el Santander de Emilio Botín), no podría entenderse sin contar con un dato clave: El presidente de ONO, Eugenio Galdón, no sólo es socio del vicepresidente del SCH, Matías Rodríguez Inciarte, sino que actúa como testaferro del propio presidente del SCH, Emilio Botín, con el que cena una vez al mes para hablar de intereses comunes. Una situación que disgusta no poco al consejero delegado, Alfredo Sáenz.
De todas maneras, el caso AUNA se ha convertido en paradigma de la política de Zapatero. El Partido Popular, así como sus corifeos mediáticos, afirma que la economía española está a punto de irse al garete, con una inflación desmandada y una balanza de pagos por los suelos, lo cual es sencillamente falso. Los socialistas han continuado con la misma política de Rodrigo Rato en cuanto a control del déficit público y la economía subyacente no sólo se mantiene, sino que baja. Al mismo tiempo, las tensión del déficit comercial sobe la divisa no existe porque estamos en el euro. Más bien, la balanza de pagos es el reflejo de lo que realmente marcha mal y de lo que realmente los socialistas, esclavos sin motivo de Francia y Alemania, están haciendo no de mala forma, sino de forma pésima: la política empresarial.
Con tal de beneficiar a Francia y enmendarle la plana a José María Aznar, los socialistas no pelearon en Bruselas por Astilleros IZAR y, sobretodo, están permitiendo que la codicia de los empresarios españoles y la venta de empresas estratégicas a fondos especulativos, destrozan el tejido industrial español.
Y la gran empresa no es importante, pero sí es donde se deciden las inversiones, al tiempo que alimenta una industria auxiliar. Por eso franceses y alemanes, con gobiernos de derecha o de izquierdas, protegen a sus grandes empresas tanto de la deslocalización como de los depredadores financieros.
El ministro de Industria, José Montilla, está preocupado por la situación, pero, al parecer, nadie más en el Ejecutivo. Los fondos especulativos ya se han hecho o están intentando hacerse con empresa como AUNA, REE, El Árbol, Cortefiel, Repsol Butano, Indra, NH, Panrico, Hispasat... España, y toda Europa, vive como los Estados Unidos durante la década de los ochenta del pasado siglo, la era de los bonos basura, o emisiones ficticias para comprar empresas y llevarlas luego al desguace. En 1986, el llamado rey de los bonos basura, Michael Milken ganó 715 millones de dólares de la época. Luego terminó en la cárcel, pero el mal ya estaba hecho. Y eso que Milken no entraba en empresas de infraestructura, como está ocurriendo con CVC en España. Y es que, volviendo a AUNA, nadie en su sano juicio pensará que el interés de CVC (o de cualquier otro fondo de private equity) consiste en invertir fondos en ampliar la red de cable en la provincia de Soria.