Ayer el cine español se vistió de gala para hacer el ridículo en un evento aburrido y de chiste fácil.

Y eso que Los Premios Goya celebraban su primer cuarto de siglo de ceremonias. Y nada tiene que ver que al sarao acudieran la ministra de Sanidad Leire Pajín -a ver si alguien fumaba por allí-, la vicepresidenta Elena Salgado (Lady Palpatine), ministra de Economía -para cerciorarse del dispendio público derrochado para iluminar a la progresía anticlerical, sindicato de la ceja incluido y más hierbas (allí estaban dos figuras de la cinematografía afines: Pilar Bardem y Concha Velasco)- o el ministro de Industria, Miguel Sebastián, no se sabe muy bien con qué cometido concreto. Y, naturalmente, la ministra estrella, Ángeles González-Sinde, a la sazón, responsable de la cartera de Cultura y reformista de la Ley que lleva su nombre, Ley Sinde, enmarcada dentro de la Ley de Economía Sostenible. Como se sabe, responsable directa de la dimisión del presidente de la Academia de Cine, Álex de la Iglesia, que nunca estuvo de acuerdo con esta Ley -ya lo recordaba el presidente de la Asociación de Internautas-, a pesar de los esfuerzos que el realizador de la fracasada, violenta y ruin Balada triste de trompeta había hecho al mediar entre ministra e Internautas. Pero desde ayer noche, De la Iglesia es libre. Lo dijo bien claro en su discurso de despedida, uno de los secretos mejor guardados de esta edición: necesitamos Internet. ¡Toma bofetada, González-Sinde!

Lo llamativo, por decir algo suave, fue el constante desprecio a la Iglesia que estuvo presente en la atmósfera del acto de modo permanente. Algo de lo que hizo gala el presentador de los premios, Andreu Buenafuente, el intelectual más profundo de la tele de Roures. Para justificar su presencia -tras el burdo paripé del año pasado en el que presuntamente se iba a criar malvas- abundó en escenas de películas de los últimos años en las que él siempre salía bien parado. Ente ellas, una de Camino, la peli de otro intelectual, Fesser, en la que Buenafuente no duda en soltar un a ver si las hostias las voy a tener que dar yo. No hemos aclarado que para la ocasión, el intérprete se había convertido en un pseudodios, a las órdenes de Antonio Resines, el dios en sí mismo, pareja que emulaba con el intelecto que a ambos les caracteriza, a un anuncio publicitario. ¿Quién ha dicho crisis de ideas? Pero hay más. De las cuatro películas punteras, Balada triste de trompeta (Álex de la Iglesia), También la lluvia (Icíar Bollaín) y Pa negre (Agustí Villaronga) compartían patrón argumental: desprecio a la Historia (guerra civil y anticlericalismo rancio). Con toda la movida reinante, los académicos castigaron a De la Iglesia y a Bollaín, que partían como favoritas, y premiaron con nueve goyas a la minoritaria Pa negre, encumbrando de esta manera a este filme, rodado en catalán, que desarrolla una turbia trama homosexual, cuyo resultado final es una peli sórdida, rematada de tópicos guerracivilistas en la que se incluye un deformado retrato de la Iglesia católica. A eso añádanle un tono crudo, áspero y a menudo desagradable. Pues bien: este producto es lo que más ha gustado a los académicos de cine. Veamos, con las cifras en la mano, si ha sido el resultado lógico de lo que esperaba el espectador español.    

Las subvenciones en 2010 fueron de 90 millones y la recaudación de todas las películas españolas no llegó a los 70. Cada vez hay menos espectadores, en concreto, el cine español ha perdido hasta 6,7 millones.

Pues bien, vistos los mimbres, resulta que la gala de este año, además de haber sido la más cara de todas, los españoles hemos tenido que sufrir este característico anticlericalismo rabioso y paleto, edición tras edición. ¿Quién va a ver cine español si según la encuesta del CIS del martes pasado indica que el 74% de los españoles se declara católico? Hagan la resta. Un 26% sería el prototipo de español que acude a las salas a ver, exclusivamente, cine ideológico y sus diversas manifestaciones que arrancan en la brown revolution.

Con los datos de una encuesta realizada por NC Report, ante la pregunta si considera que el cine español está politizado, el 54,1 % manifiesta que sí, la pregunta sobre si se reiteran los mismos temas hay un 56,2% que sí y sube al 65,5 en las respuestas de los mayores de 30 a 44 años y tampoco podemos echarle la culpa a la piratería. En la misma encuesta el 74,8% niega que se baje películas españolas.

No sé por qué se tiene que ir Álex de la Iglesia y aún tenemos que aguantar a doña Ángeles, que hacía mejor servicio escribiendo guiones como hizo con el de de Mentiras y Gordas, filme que tras recibir cuatro millones de euros de taquilla el Ministerio de Cultura le otorgó uno más... en categoría de subvención. Porque González-Sinde lo vale, oiga. ¿Recuerdan que además patrocina la pieza teatral Gólgota Picnic, en el Centro Dramático Nacional, donde felaciones y niños violados son su tema principal?

El cine español ha optado por el suicidio. A mí que me registren.

José Luis Panero

joseluis@hispanidad.com