Pablo Casado, a por el discurso de Vox sobre inmigración
Congreso del PP. Afortunadamente, perdió Soraya Sáenz de Santamaría. Perdió porque son muchos los afiliados que no soportan ni su arrogancia ni sus conspiraciones. Debería haber perdido por su frivolidad moral, cuestión mucho más grave.
La prueba de que al partido le convenía más Casado que Soraya es que Podemos y el PSOE enseguida le han colgado el sambenito de ultra, regresivo, etc. Está claro: los compromisarios del PP han acertado.
Ahora bien, ganó Pablo Casado esgrimiendo la defensa de la familia: ¿con Javier Maroto a un lado y Dolors Montserrat al otro? ¡Qué familia mas rara! ¿El jefe del lobby gay del PP y la feminista que ha introducido en el Ministerio de Sanidad del Gobierno Rajoy la ideología de género y el feminismo más radical? Insisto: una familia que no es la familia natural; un hombre y una mujer abiertos a la familia numerosa.
Libertad, vida, familia y unidad de España. Sólo le faltó citar a Cristo, hoy por hoy, la gran víctima política en España
Casado ha resumido en cuatro los valores del PP: libertad, vida, familia y unidad de España. Es decir, que no ha citado a Cristo en su discurso como presidente del PP.
Y respecto a lo demás… ¿se ha comprometido a defender a la persona desde la concepción hasta la muerte natural? ¿Lo hará? ¿Es eso a lo que se refería cuando hablaba de defender la vida? Acordaos de Gallardón, que tampoco defendía la vida pero fue erradicado… como mero símbolo en defensa de la vida.
Porque, don Pablo, no se trata de que el PP sea confesional, se trata de que sea coherente
¿Unidad de España? Bien, naturalmente. Pero recuerde, don Pablo: la unidad de España nunca podrá sustituir a los principios cristianos que han hecho triunfar primero a AP y luego al PP. A estas alturas, no se trata del que el PP sea confesional, se trata de que sea coherente.
Y recuerde, también que sin Cristo, la defesa de la unidad de España, es decir, la deificación de la nación puede terminar en fascismo. Y sería tristísimo: sería dar la razón a Pablo Echenique, que es lo último que puede permitirse una persona elegante.