Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando al eutanasia sin su consentimiento
Es posible que este jueves se consume en el Congreso la legalización, es decir, la promoción, de la eutanasia. Decía Jorge Luis Borges que los peronistas no son “ni buenos ni malos, son incorregibles”. Algo parecido puede decirse de la eutanasia: se trata de un homicidio miserable, un encanallamiento con el débil, un aprovechamiento bastardo de la desesperación y un uso espurio del miedo al dolor y un fruto más de la desesperación. Pero se trata, además, de un homicidio totalmente innecesario.
Nadie debe quedarse atrás. ¿Y si aun así, se queda? Pues le liquidamos. ¿Sin dolor?
Totalmente innecesario… porque para hacer más llevadero el dolor están los cuidados paliativos -donde la medicina ha avanzado mucho, no como en otros terrenos- y no es necesario liar a un tercero en tu propio suicido o homicidio del paciente.
Pero el mal es proselitista: necesita enmerdar todo lo que toca. No basta con que me suicide: tengo que liar a un tercero (el segundo suele ser el que lo solicita para el enfermo, por ejemplo la familia), el médico, y ser promocionado por el poder. En España, el Gobierno Sánchez más los también eutanásicos, Podemos, Ciudadanos y los nacionalistas. Por ahora, me temo que sólo por ahora, el PP se mantiene al margen de este homicidio innecesario. Ya veremos si no viran a lo progre, como han hecho con el aborto.
Empezamos circunscribiéndonos al desesperado que pide la muerte… y acabará pidiéndolo el hijo cansado de cuidar a su padre
Pedro Sánchez pasará a la historia, no por su desastrosa política frente al Covid que, el miércoles 16, de nuevo se empeñó en presentar como un éxito, sino por introductor del suicidio asistido. Se enmarca la eutanasia en la tónica general de la sociedad progre actual: el débil, anciano o enfermo, molesta, no es productivo.
El viejo chiste del franquismo aseguraba aquello de que “en España nadie se acuesta sin cenar. ¿Y si no tiene cena? Pues que no se acueste”.
Con el nuevo eslogan sanchista (“que nadie quede atrás”) se puede decir algo similar: ¿Y si aún así, se queda atrás?, Pues le liquidamos. Eso sí, sin dolor. Por cierto, esto del sin dolor es muy discutible.
Si está usted cansado de vivir, suicídese solito y no líe a los demás
Y la segunda característica de la eutanasia es su abuso: empezamos circunscribiéndonos al desesperado que pide la muerte y acaba pidiéndolo la hija cansada de cuidar a su madre.
En cualquier caso: si está usted cansado de vivir, suicídese y deje de dar la pelmada. Sin asistencia, oiga. A pelo.