Bayer cae un 13% en bolsa por la multa a Monsanto
La multinacional germana Bayer ha completado la financiación para comprar el fabricante americano de semillas Monsanto, lo que le convierte, además de un gigante farmacéutico, con el negocio abortista en vena, en el mayor productor mundial herbicidas y transgénicos para cultivos, la alimaña del ambientalismo global.
La última colocación ha sido de 5.000 millones de dólares en bonos, también comunicada a la CNMV, que ha seguido a una más amplia, anunciada esta semana, de 15.000 millones de dólares (12.900 millones de euros) para financiar la adquisición de Monsanto por 63.000 millones de dólares (en euros, 54.000 millones de euros), gran parte con capital (amplió capital en 6.000 millones).
Acabará con el nombre de Monsanto por cuestión de imagen, pero seguirá con lo mismo
No deja de ser curioso que Bayer haya visto una oportunidad en ese negocio por el futuro del mundo que imagina: superpoblado, atormentado por los desastres naturales y con escasez de alimentos por los problemas agrícolas. Ahí entra, asegura, su baza, como en el aborto, para acabar con vidas, con las semillas, para mejorar las cosechas. Ha tardado dos años en finalizar su propósito con Monsanto, que le convierte también en la mayor compañía alemana en el exterior, aunque tardará lo suyo integrar a la americana en su estructura corporativa. Tiene que completar antes la venta de partes importantes del negocio a Basf, un requisito de las autoridades antimonopolio.
Tiene que deshacerse, por ejemplo, del negocio de semillas de hortalizas y de campo, cultivo digital y herbicidas varios, que le aportan unas ventas de 2.200 millones y que pasarán a su competidor.
Tendrá enfrente también a Chem-China-Sygenta y DowDuPont, las otras dos grandes corporaciones del negocio agroquímico. Pero tras la compra por Bayer, el nombre de Monsanto desaparecerá. Es un modo de escapar también de la polémica que rodea a uno de sus herbicidas, compuesto por glifosato, que algunos estudios consideran carcinogénicos. Esta semana precisamente el primer juicio por ese motivo en San Francisco, a los que podrían seguir muchos más.