- El origen del problema, en ambos casos, ha sido el mismo: una abultada deuda.
- Pero a diferencia de Pescanova, Abengoa lo reconoció en cuanto saltó la liebre.
- El futuro del grupo andaluz pasa por una fortísima reducción de capital antes de afrontar la ampliación de 650 millones de euros.
- Y cuidado, porque aun con todas las medidas anunciadas, el apalancamiento seguirá siendo alto.
El paralelismo entre lo que le está ocurriendo a
Abengoa y lo que le ocurrió a
Pescanova es claro. Para empezar, el origen del problema, en ambos casos, ha sido el mismo: una
deuda demasiado abultada, es decir, insostenible. La diferencia (importante) es que, mientras el expresidente de
Pescanova, Manuel Fernández de Sousa está inmerso en procesos judiciales por la contabilidad B de la compañía, el aún presidente de
Abengoa,
Felipe Benjumea, sólo tiene que lamentarse de la mala gestión de los últimos años.
Por lo demás, se puede trazar un paralelismo casi perfecto entre las dos compañías. A
Abengoa, como le pasó a
Pescanova, no le ha quedado más remedio que capitalizar deuda. En este caso, los bancos involucrados han sido el Santander, el HSBC y Credit Agricole. Y, como ocurrió con la pesquera, los bancos han exigido la salida del presidente, esto es, de Felipe
Benjumea. Siguiente paso, la reducción del apalancamiento mediante una ampliación de capital y la venta de activos.
Precisamente, el grupo ha remitido este viernes un
hecho relevante a la CNMV con la convocatoria y el orden del día de la junta extraordinaria de accionistas del próximo 10 de octubre. Junta que aprobará la ampliación de capital y los cambios en el consejo de administración. El documento, además, anuncia una fortísima reducción de capital, previa a la ampliación de 650 millones de euros.
Concretamente, las acciones de tipo A -tienen mayores derechos políticos- pasarán a tener un valor nominal de 0,02 euros, desde el valor actual de 1 euro por acción. Las de tipo B -cotizan en el Ibex 35- pasarán a tener un valor nominal de 0,0002 euros, frente a los 0,01 euros actual. La compañía argumenta que el ajuste se realiza para obtener un mayor margen a la hora de fijar el precio de emisión de las nuevas acciones de la ampliación.
Luego vendrá la segunda parte del plan: la venta de activos por 1.200 millones de euros. Venta que tendrá que ser acelerada -antes de 2017-, circunstancia que la dificulta aún más. En este contexto, se antoja inevitable la colocación de parte o de toda la participación (49%) que mantiene
Abengoa en la filial, Abengoa Yield. De momento, la matriz estaría dispuesta a desprenderse de un 24% -su participación se quedaría en el 25%-, a cambio de 400 millones de euros.
Todo esto se puede considerar positivo:
disipa las dudas agravadas por el silencio de la familia
Benjumea desde el anuncio de la ampliación, el 3 de agosto. Pero cuidado, porque aun con todas estas medidas -ampliación de 650 millones y desinversiones por 1.200 millones- los analistas prevén que el apalancamiento del grupo seguirá siendo alto. En concreto, el ratio de deuda neta pasará de ser 4,5 veces el Ebitda, a ser de 3,5. Un porcentaje todavía elevado para una empresa que, además, habrá reducido su perímetro.
Pablo Ferrer
pablo@hispanidad.com