- El grupo andaluz afrontará el pago de un interés del 14% a los hedges fund, pero con un perímetro más reducido.
- La reacción en bolsa no es halagüeña: las acciones de Abengoa retroceden más de un 5%, pero no se desploman.
- El palo llega a los proveedores, que sufren una quita de 300 millones y el aplazamiento de los pagos de la deuda.
- Todo está condicionado a un mayor ritmo en la venta de activos, para ingresar 421 millones, y a la parálisis de proyectos hasta 2018.
- El plan parece probable sobre el papel, eso sí, con cuatro años de travesía en el desierto, y a la espera del respaldo del 75% de los acreedores.
- Por eso, Abengoa les pide "encarecidamente" que respalden el acuerdo este mismo mes.
La pregunta del millón es si ha acabado el
culebrón de
Abengoa, que preside ahora
Antonio Fornieles (
en la imagen) y que lleva un año de aquella manera para evitar la
quiebra. Aparentemente sí, en la medida en que ya tiene un nuevo
plan de salvamento, el presentado a la CNMV este martes, 16 (a las seis de la tarde y en inglés) y que está en el
portal de la empresa. Pero la efectividad del mismo, cuyo resultado es una
Abengoa jibarazida -lo cual no es una novedad desde hace meses- sólo se sabrá con el tiempo y no antes de 2020. Largo me lo fiáis.
Digamos, para empezar, que el nuevo plan baja a tierra sobre la letra gruesa del
acuerdo in extremis conocido la semana pasada sobre inyección de dinero, garantía de activos, avales y el revolcón en el accionario del grupo. El nuevo plan entra en los detalles, digamos, y lo de la
viabilidad se irá viendo.
La primera reacción al plan en la
bolsa ha sido bajista. En la apertura ha caído más de un 4% y después ha ido a más, hasta casi el 6%. Pero dicho sea todo. En este caso, el valor ha sido el blanco de la
especulación en agosto y puede tratarse de una mera resaca tras las posiciones de estos días.
En cualquier caso, el plan necesita el
respaldo del 75% de los acreedores, a los que insta "encarecidamente" para que sumen antes de que finalice agosto y evitar así la quiebra, y a partir de ahí, espera, proceder, en septiembre, "con la homologación judicial" -el visto bueno del juez- "y evitar la
liquidación".
¿Qué pretende ese plan? Básicamente reducir a la mitad su monstruoso pasivo -fruto de años de desmanes-, hasta 4.477 millones de euros, con una reestructuración -incluida la
capitalización de la deuda- que dejará la compañía en manos de los
bonistas y los
hedges funds, con un 50%. A cambio aportarán 1.169,5 millones antes de final de año, 515 millones de ellos
dinero nuevo.
Ojo, de ahí viene el primer problema. El interés anual que la empresa deberá pagar a esos fondos es del 14% , lo que lleva implícito el riesgo de
asfixia financiera de la tecnológica, sobre todo si no genera, como tiene previsto, los ingresos necesarios, teniendo en cuenta que estamos hablando de una empresa mucho más pequeña de lo que es. De ese 14%, un 5% es en efectivo y el resto se capitaliza hasta 2020. Sumen otro 4%, en concepto de comisiones.
Ese 2020 es el
año mágico, porque hasta entonces espera lograr un beneficio bruto de explotación de 314 millones, aunque la compañía queda prácticamente
congelada hasta dentro de dos años (2018).
Es decir, no emprenderá nuevos proyectos hasta ese año y sólo
venderá activos no estratégicos, con lo que prevé ingresar 421 millones (285 millones en 2016 y 136 millones en 2017).
Eso sí, tendrá que inyectar, con cadencia calculada, el dinero que le aportan los fondos.
Las garantías para el dinero que entra será sus bienes más preciados: las instalaciones en México (el
Tercer Tren o
AT3) y
Atlantica Yield.
Los
bancos acreedores, que se llevan la peor parte en este pacto, tendrán que asumir una quita del 97% de la deuda antigua (pasará de 7.511 a 2253 millones de euros). Si la capitalizan, tendrá el 40% de capital de la
nueva Abengoa y recibirán el resto de la deuda en ocho años (2014).
El acuerdo afecta también a los
proveedores, que sufrirán una quita de 300 millones de euros y el retraso en los pagos de 688 millones.
Es una de las principales novedades respecto al plan anterior, que pasaba por posponer el pago de 300 millones y una quita de 247 millones.
La pirámide accionarial del 10% se completa con el 5%, que quedará en manos de los avales necesarios para la operación (307 millones de euros) y los antiguos propietarios y accionistas, entre ellos la familia
Benjumea.
Rafael Esparza