Entretenida pero violenta, malhablada y un pelín vulgar

Treinta y un años después de la primera película de la franquicia, Depredador, protagonizada por Arnold Schwarzenegger, regresa a las pantallas el temible cazador alienígena que siente nula simpatía por la raza humana.

Quinn McKenna es un ranger militar de las fuerzas especiales retirado de servicio y convertido en mercenario, que lleva un tiempo alejado de su mujer y su hijo, un niño autista muy inteligente. Tras contemplar McKenna, en una de sus misiones, la llegada de un ovni a la tierra, es detenido y encerrado junto con un grupo de soldados veteranos que padecen todo tipo de trastornos psíquicos. Paradójicamente, en esta banda de seres rechazados por la sociedad encontrará la unidad más valiente para enfrentarse a un enemigo tan letal como astuto.

Con clara inspiración “ochentera”, esta entrega contiene, especialmente, referencias a títulos ochenteros donde los niños tenían un papel destacado, pero con un envoltorio muy violento y malhablado.

Los momentos divertidos, de humor negro, se suceden en un desarrollo plagado de acción y sangre, no obstante, el director Shane Black, responsable de historias tan populares como Arma letal, y secuelas, o El último boy scout, ha actualizado la saga y la ha dotado de un argumento más desarrollado que una peligrosa persecución entre cazador y presa. Como anécdota, hay que recordar que Shane apareció en Depredador original haciendo de Hawkins, la primera víctima del “bicho”.  

En cuanto a los efectos especiales, la recreación digital de “la criatura” es lo más atractivo ya que el resto es vistoso, pero no original.

Destaca del reparto el pequeño Jacob Tremblay, quien a sus 11 años tiene mejor currículum profesional que algunos de sus compañeros veteranos (La habitación o Wonder).

Para: Los que les guste la saga o las películas de acción. Cine “palomitero”