La Iglesia no es una ONG, dedicada a repartir bienes o servicios. El primer mandamiento para el católico es amar a Dios sobre todas las cosas; el segundo amar al prójimo como a uno mismo. Por ese orden.

Pero incluso si nos centramos en el segundo, una iglesia onegera, dedicada a ofrecer dinero, que no compañía, a los impecunes, sería el hazmerreír: todo el presupuesto del Vaticano no alcanza el del Estado del Principado de Andorra. O sea, nada y menos que nada.

La caridad del Estado constituye un robo al contribuyente 

Entonces, ¿la Iglesia vende teorías? Pues podría decirse que sí. Eso sí: nada hay más práctico que una buena teoría.

Ejemplo, evangelizar al prójimo es proporcionarle al prójimo lo que más necesita, porque no sólo de pan vive del hombre. Luego, como realidad marginal, y no a través del Estado, sino directamente, el católico tiene la obligación de la austeridad y de entregar todo lo superfluo. Pero de grado, no por fuerza, como hace el Estado con el BOE y después de haber proporcionado dinero -sí, también dinero- para el culto divino, a fin de cumplir el primero de los dos mandamientos que engloban a todos los demás. 

El Estado tampoco es una ONG, porque tiene que atenerse a los méritos de cada cual, no a sangrar al que se esfuerza en beneficio del perezoso. El Estado, al menos el llamado Estado de Derecho, se basa en el cumplimiento de la ley… y la ley debe ser justa.

Además, el cometido principal del Estado es la justicia distributiva: no está para cuidar del ciudadano dado que es el ciudadano quien lo finanza.

El Estado tampoco está para aplicar justicia social sino para garantizar la libertad y la seguridad de los ciudadanos

Así, por ejemplo, el dinero público no existe: el dinero público es el dinero privado que los políticos arrebatan al contribuyente. La caridad del Estado es un robo al contribuyente y el principal mandato del Estado consiste en garantizar la libertad y seguridad de los ciudadanos, no la solidaridad.

Eso sí, cada cual, después de contribuir el presupuestos público puede incrementar su ayuda al pobre. Pero no por obligación, sino por devoción.