El PIB español se ha hundido en 2020 como jamás en su historia, al menos desde la Guerra Civil: un 11%. No hay excusa, porque el PIB norteamericano del pérfido Trump cayó un 3,5%, el alemán un 5% y el francés el 8,3%.

Todos sufrieron el Covid, pero ninguno sufrió la neurosis del Ejecutivo Sánchez, que con el arresto domiciliario más fuerte de Europa y el parón económico artificial mas fuerte de Europa, cosechó mas muertos que ningún otro país comparable y destrozó la economía como ningún otro país comparable.

Cuando la producción económica ha caído un 11%, lo primero que hace un primer ministro que se precie es dimitir. Y si no dimite, al menos entona una mea culpa y ofrece una alternativa a la política que ha perpetrado hasta ahora. Unos golpes de pecho tampoco vendrían mal, con esa humildad que tanto repite Sánchez. A algunos, por ejemplo a la vicepresidente segunda, doña Nadia, le hace buena falta esa práctica.

Según ella, además, en 2020, el paro evolucionó de madre en España: “son buenos datos”.

Pero lo que no se hace, encima, es presumir. La exposición de la vicepresidente económico del Gobierno, la señora Nadia Calviño, en el Congreso puede resumirse así: ¡Qué bien lo hemos hecho! Lo cual, en la presente tesitura resulta, como diría, ligeramente irritante.

En cualquier caso, los dos fallos del Gobierno Sánchez en la economía post-Covid han sido estos:

1.Parar la economía. Una estupidez económica… y sanitaria.

2.Endeudarse para subvencionar no para reindustrializar España.

Y el problema de no arrepentirse es que el Ejecutivo no piensa cambiar: ¿cómo va a cambiar si presume de hacerlo muy bien?