Tal vez, lo más positivo del sector bancario sea la perspectiva, cada vez más cercana, de una subida de tipos por parte del BCE. Y no hará falta que sea “histórica”, como diría el Gobierno Sánchez. Recuerden la positiva reacción que tuvieron los inversores el día que Christine Lagarde dejó la puerta abierta a subirlos… en 2023.

Pero mientras llega ese momento, la banca española continúa su particular travesía del desierto que nos dejó un 2021 con menos empleados, menos oficinas, menos accionistas… y más reclamaciones por parte de los clientes. Así es: en los nueve primeros meses del año, el Banco de España recibió 26.719 reclamaciones, 5.000 más que en todo 2020, según datos provisionales del supervisor. Y eso que en 2020, el aumento ya había sido muy significativo, del 45,8% respecto a 2019.

Las hipotecas repitieron como el motivo principal de las reclamaciones (35,7%), aunque perdieron peso frente a las tarjetas ‘revolving’, que concentraron el 28% del total, un 4% más que en todo 2020. El tercer puesto (16,1%) fue para las reclamaciones sobre cuentas y depósitos, seguidas de los préstamos personales (5,4%), las transferencias (3,3%) y las herencias (3,3%).

Los clientes bancarios están cada vez más descontentos en general. Lógico: las entidades recortaron en algo más de 12.300 el número de empleados durante 2021 y cerraron más de 3.000 oficinas. Parte de ese descontento lo hemos visto estos días con la campaña “Soy mayor, pero no idiota”, y que ha movido a los bancos a rectificar algunas medidas que nunca debieron tomar como, por ejemplo, limitar el horario de caja a solo tres horas diarias, algunos días de la semana.

Menos empleados y también menos accionistas. Los inversores huyeron de los grandes bancos españoles en 2021. Hablamos, concretamente, de 213.000 accionistas menos, que se dice pronto. Caixabank fue, en términos relativos, el que más perdió (-8,8%), seguido del Sabadell (-6,4%), BBVA (-5,9%) y Santander (-2%).

El presente ejercicio será mejor… o no. El BCE tiene la última palabra.