La número dos del Gobierno Sánchez, doña Nadia Calviño, se ha enzarzado, otra vez, en una batalla por el salario mínimo. Y estamos a julio, cuando la decisión debe tomarse en diciembre, pues hablamos del SMI para 2022.

Mientras no se imponga la trilogía ‘despido libre, impuestos bajos y salarios dignos’ no habrá pleno empleo en España

Dice Calviño que hay que esperar porque si ahora subimos el salario mínimo podemos mermar la recuperación y la creación de empleo. Tiene toda la razón: si subimos el SMI… y los impuestos, cotas e IRPF que lo encarecen, en efecto, provocaremos más paro, porque los empresarios casi no tendrán otro remedio que marcharse a la economía sumergida y al dinero negro.

Al mismo tiempo, la postura de la enemiga de Calviño, vicepresidenta Yolanda Díaz, consiste en subir el salario mínimo y los impuestos anexos. Tanto una como otra se equivocan y, además, como no pueden alegar ignorancia, mienten.

Una España de vagos. Vivimos la peligrosa tendencia a hacer realidad el viejo dicho de CCOO y UGT: trabajar menos, cobrar más y protestar siempre

La solución, pues, no pasa, ni por Nadia Calviño ni por Yolanda Díaz. Pasa por subir el salario mínimo… y por bajar los impuestos del salario mínimo.

Las dos cosas y a la vez. En todos los salarios bajos hay que anular todo tipo de cuotas y aumentar la exención del IRPF. ¿Qué eso merma los ingresos para las pensiones de una España envejecida? Pues habrá que cargar contra el IVA para el pago de jubilaciones.  

Mientras no se imponga la trilogía ‘despido libre, impuestos bajos y salarios dignos’ no habrá pleno empleo en España. Y aumentará la economía sumergida.

Por no hablar de los españoles que trabajan a disgusto pensando en la jubilación

Seamos sinceros: estamos creando una España de vagos, una España subvencionada. Vivimos la peligrosa tendencia a hacer realidad el viejo dicho de CCOO y UGT: trabajar menos, cobrar más y protestar siempre. Un detalle: los salarios dignos son propios de hombres libres que quieren ganarse el pan con el sudor de su frente. Por el contrario, las rentas mínimas son propias de españoles perezosos, que quieren vivir del cuento: el que no trabaja, que no coma. 

Eso por no hablar de los españoles que trabajan a disgusto con la mente puesta en la jubilación anticipada.