Es un verdadero corcho, siempre flota. El presidente de Mediaset España, Borja Sánchez, fue fichado por la familia Berlusconi que se creyó sus presuntas influencias para atraer capitales, sobre todo del Golfo Pérsico, a Media for Europe (MFE) el gran sueño de don Silvio para terminar su carrera al frente de una plataforma audiovisual, la Netflix europea.

En ese momento, mantenía un pulso con Paolo Vasile y, aunque todos daban por vencedor al romano, al final, los Berlusconi le jubilaron: la cuenta de resultados de Mediaset España, que otros años había salvado el consolidado del Grupo, no funcionaba. Vasile cayó y eso salvó a Borja Prado, a pesar de que ni tan siquiera había conseguido cubrir la opa doméstica de Mediaset Italia sobre Mediaset España.

En ese momento, Borja Prado se aproximó a Moncloa y le ofreció sacar de apuros a El País con una sutilísima operación de entrada de Berlusconi, considerado de ultraderecha por el Sanchismo, en el capital de la SER. Se juntaron las manos pero, al final, resultó que los Berlusconi pretendían la SER por cero euros, y eso no sacaba de apuros a Joseph Oughourlian, el dueño de una PRISA quebrada, un capitalista progre que nadie sabe a quién reporta. Además esa negociación podría no haber concluido... o al menos eso aseguran en El País.

Nuevo fracaso, pero Borja, lo dicho, es un corcho. Los Berlusconi nombran entonces a tres Ceos italianos -sí, tres- por lo que la labor gerencial de Prado Eulate, que soñaba con sustituir en ella a Vasile, queda, otra vez, en nada. Pero, miren por dónde, don Borja logra recolocarse, y así lo comunica a la CNMV, en una curiosa declaración, que actuará como asesor ideológico, un título novedoso en la CNMV y en la propia prensa.

A partir de ahí, Don Borja ha tardado dos minutos en poner Tele 5 al servicio del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Lo curioso es que, no conforme con ello, en pleno año electoral, ha puesto Tele 5... también a disposición de Alberto Núñez Feijóo. Estamos ante un hombre extraordinariamente pluralista y que, a la postre, podrá repetir, con razón, aquello de Pío Cabanillas en día electoral: "Todavía no sé quién pero seguro que hemos ganado".  Y todo ello, por supuesto, en nombre de la estabilidad política.

Y en el entretanto, hay que estar pendiente de todo, se macha junto a su amigo Jaime Castellanos a decirle a Planeta que, si quiere, le compran Atresmedia, se supone que para Ana Botín, banquera que nunca ha renunciado a la influencia política.

Y todo esto demuestra que en España faltan editores. Los pocos que quedaban se han ido muriendo y los actuales parecen haber olvidado que su tarea no es aliarse con una parte del poder sino luchar contra otro tipo de poder. En concreto, ahora mismo, en el siglo XXI, los editores deben luchar, por arriba contra Google, que les ha llevado a la ruina y que actúa como un censor que decide qué se puede leer y lo que no se puede leer. Y, como siempre, el segundo frente de un editor es luchar contra los poderes político y económico, en defensa de la verdad, que no será posible si no se apoya a la redacción que debe escribir sobre esa verdad.

El tercer frente de un editore es la lucha contra el poder cultural, es decir, contra lo políticamente correcto, la gran mentira de nuestro tiempo. Por ejemplo contra el progresismo.

Los editores actuales que conozco se han rendido en los tres frentes. Posiblemente en nombre de la estabilidad política aunque, a veces, no está claro si lo que realmente ocurre es que no son editores, no conocen el oficio.