La repentina dimisión -martes por la tarde- de Steven F. Mayer como presidente ejecutivo de Grifols, ha provocado un desplome de la cotización de la compañía, que en los primeros momentos de la sesión ha sido cercano al 7%, frente a un Ibex que caía alrededor de un 1,5%. Al final, la caída ha sido aún mayor: 10,5% abajo, frente al 0,8% del selectivo.

Está claro que la salida de Mayer no ha gustado a los inversores. No solo eso, también queda patente, al menos de momento, que el nombramiento de Thomas Glanzmann como su sucesor, no les ha convencido, a pesar de ser un hombre de la casa -entró como consejero en 2006- y, como Mayer, ajeno a la familia, que tantas veces ha destacado por estar a favor del separatismo catalán.

Pero lo que ha castigado realmente a Grifols y tiene a los fondos en alerta es la elevadísima deuda del grupo (8.994 millones de euros, 9 veces el ebitda), tras la compra en abril de 2022 de la alemana Biotest, por 1.453 millones.

El elegido para pilotar la compañía y reducir la deuda fue Mayer, pero se ha marchado de manera repentina y antes de tiempo. Los próximos trimestres serán clave para saber si Glanzmann es capaz de reducir el apalancamiento y contentar a los fondos… y a los Grifols.