Oficialmente, en El Corte Inglés se defienden los resultados de la campaña de Navidad y Reyes, que aseguran mejoró un lamentable 'Black Friday'. Y en efecto, a falta de las cifras definitivas, que se entregarán al final del ejercicio, el 28 de febrero, lo cierto es que la preocupación crece en el Consejo de Administración. Dicho de otra forma: 2023 va a constituir la última oportunidad de Marta Álvarez para demostrar que su estrategia es buena.

Ahora bien, desde el cese de Víctor del Pozo, nadie sabe en qué consiste exactamente esa estrategia, sobre todo por un factor clave: ni la venta electrónica ni la logística funcionan. Ergo, se ha pretendido cambiar de venta presencial a venta digital y se corre el riesgo de que la primera se hunda sin que la segunda renazca.

El resultado de 2022 no puede anular la deuda y, encima, el efecto Folache se diluye: ya empieza a acumular presidencias honoríficas. Se necesita un CEO

Se me objetará que si las hermanas Marta y Cristina Álvarez Guil, siendo, además, la primera presidenta de la Fundación Ramón Areces, además de presidenta de ECI, controlan el 60% del capital: nadie puede echarlas. Sí, pero les puede expulsar, lejos de la gestión, unas cuentas de resultados y una deuda cuestionadas por aquellos consejeros que no dependen de Marta y Cristina, las familias, pero sobre todo, los dominicales, como Mutua o 'el moro', que aún no se han marchado.

Entiéndase: en cualquier caso,  el relevo natural de Marta es Cristina... y, en cualquier caso, con el nombramiento de un CEO, no de la dirección colegiada de ahora mismo, en la que nadie cree.

Por tanto, lo primero es conseguir  reducir la deuda. Ni la aportación de liquidez que supuso la entrada de Mutua Madrileña puede compensar una deuda creciente en sus diversas formas, y que Santiago Bau el nuevo mago de las finanzas no consigue achicar por muchos acuerdos que firme con el BEI.

Nuevos Ministerios, Pozuelo y Marbella continúan siendo los centro-referencia de toda la cadena. Cristina reclama su papel

Además, hablando de dirección colegiada, el efecto Folache se diluye: ya empieza a acumular presidencias honoríficas, como la de Sephora, señal de que cada vez tiene menos que hacer en el negocio tradicional. Mejor que vuelva a la división inmobiliaria, que continúa varada.

Mientras, sigue adelante el proceso de jibarización de ECI, la vuelta a la edad dorada: menos centros y más urbanos, destinados a la clase media alta. Tres establecimientos se han convertido en el orgullo de la cadena de grandes almacenes: Nuevos Ministerios, Pozuelo y Marbella continúan siendo las referencias de toda la cadena. Cristina reclama su papel en los nuevos centros, un lujo que ni Areces ni Isidoro se hubieran permitido, De hecho, se aplaude a Cristina pero se le vigilan las cuentas, porque ahora hay que rentabilizar la inversión. En cualquier caso, las ventas en estos tres centros -les aseguro que eso sí que no se oculta en la casa- son buenas y pueden amortizar la inversión. Ahora bien, ni las remodelaciones de Castellana y Pozuelo son aplicables a todos los centros ni es posible amortizar inversión de sostenimiento en otras zonas que no sean de alto poder adquisitivo. ¿Eso condena de ECI a la jibarización, a la vuelta a la edad dorada de El Corte Inglés, antes del megacrecimiento que impuso Isidoro Álvarez? Quizás. Y a lo mejor no tiene por qué ser malo, pero no le agrada a ningún gestor porque es difícil de presentar como un éxito.