Buena salida a bolsa de la empresa de comunicación Llorente y Cuenca
Le deseo lo mejor a José Antonio Llorente en su salida a bolsa, con un folleto que demuestra su debilidades. Pero no lo ha hecho mal. Su primer día de cotización empezó con una subida fortísima, hasta los 14 euros por acción y cerró a 12,3, lo que supone que el mercado valora Llorente y Cuenca (LLYC) en 109 millones de euros.
¿Cómo se ha llegado a esto? La historia es sencilla. La empresa fue creada por Olga Cuenca y José Antonio Llorente. Ambos propietarios se separan y acuerdan que José Antonio deberá pagarle a Olga 8 millones de euros. Para ello, con una empresa en expansión creciente, sobre todo por iberoamérica, Llorente se ve obligado a recabar las ayudas de los fondos, que ya se sabe que es como meter la zorra en el gallinero.
Al final, los fondos se lo ponen -otra originalidad- difícil al gestor y el asunto se ve forzado a una salida a bolsa. Y afortunadamente para él, no ha ido mal, a pesar de esas debilidades del propio folleto de emisión, donde se habla de una estructura demasiado grande para una negocio como el de la comunicación, antes conocido como relaciones públicas.
En cualquier caso, enhorabuena para Llorente.
Dicho esto, el periodismo deberá planearse antes o después adónde nos ha llevado la comunicación, los Llorente y Cuenca, Estudio de Comunicación, o las grandes multinacionales del ramo, aún más impersonales y peligrosas. Adónde nos ha llevado a los periodistas, digo.
Y es que ninguna de estas grandes agencias debería contar con el apoyo periodístico porque han favorecido una tendencia peligrosa: la de concretar la trasparencia empresarial con la creación de intermediarios que alejan al periodista de la fuente y, a la postre, que controlan los medios de comunicación emitiendo mensajes que suelen consistir en la verdad, nada más que la verdad pero ni mucho menos toda la verdad. Y los periodistas hemos aceptado este esquema demasiado pronto y demasiado rápido.
Todo periodista siente de vez en cuando la tentación de abandonar la información y pasarse a la comunicación: es pura lascivia, muchacho. Hay que resistir esta tentación.