Antes que nada, recordemos con Hispanidad que las reglas fiscales que impone  —o recomienda, en estos momentos pandémicos—  la Unión Europea a todos sus países miembros nacen del Tratado de Maastricht, la hoja de ruta por la que se guía la Unión Europea desde hace 30 años. Y lo que Maastricht fijó, resumiendo mucho, es que ningún país puede superar el 3% de déficit público sobre PIB -y, además, debe tender a cero- y que ningún país puede superar el 60% de deuda pública sobre PIB.

En estos momentos pandémicos, insistimos, la UE ha hecho la vista gorda, debido a las dificultades económicas que ha generado la plaga del covid 19, al interrumpir la actividad económica o afectarla —infectarla, podría decirse—  profundamente.

Sin embargo, poco a poco algunos países empiezan a requerir una vuelta a la disciplina fiscal.

Es el caso de Francia, según publica hoy El Economista. La nueva ola de contagios provocada por la variante Ómicron que está llevando a nuevas restricciones preocupa, pero el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, considera que el impacto será limitado y, por lo tanto, "no hay razón para mantener la cláusula general de salvaguarda más allá del 1 de enero de 2023", dijo en comparecencia ante el Parlamento Europeo.

Aunque Bruselas contempla proponer unas pautas temporales en primavera para facilitar a los gobiernos el diseño de sus presupuestos anuales, tanto la presidencia francesa como la Comisión centran ahora sus esfuerzos en asegurar que la reforma del Pacto de Crecimiento y Estabilidad está lista para su entrada en vigor en 2023. "Creo que es mejor avanzar lo máximo posible bajo la presidencia francesa porque cuanto más nos acercamos al final de 2022, más nos acercamos al final de la cláusula de salvaguarda", explicó Le Maire a los eurodiputados, añade El Economista.

Estas reglas fiscales, sin embargo, a Pedro Sánchez no le hacen ni puñetera gracia. Porque como buen socialista, su dogma es derrochar el dinero de los demás, el dinero público, y endeudarse hasta las trancas, y nuestros nietos, que arreen, es decir, que paguen las deudas que ha contratado el presidente.

Por el contrario, como recordó Hispanidad, el canciller alemán Olaf Scholz quiere cumplir la estabilidad fiscal. Scholz, otro socialdemócrata sabe que ahora que empieza a mutualizarse la deuda, todos pagan a escote pero los derrochones cobran más que los frugales. Y resulta que Sánchez es un derrochón, así que el frugal Scholz no quiere pagar la fiesta de Sánchez...