No hay peor político que el político vedette. Emmanuel ‘Lolito’ Macron es justamente eso: una ‘prima donna’ que nunca se resiste a ser el centro de atención aunque para ello deba pasar por el ridículo o por destrozarlo todo. Y así, en la Cumbre del G-7 de Biarritz, faltó a toda cortesía democrática invitando al ministro de Asuntos Exteriores iraní, a escondidas de Donald Trump. Y conste que en el asunto iraní Europa tiene razón y Estados Unidos se equivoca, porque Trump apoya al sunismo frente al chiísmo y el sunismo es peor. Pero esa es otra historia.

El problema no es la contaminación, sino la desertificación. La despoblación produce desierto. La población produce diversidad

Y así, Macron, líder decadente de una Francia en decadencia, se convierte en el centro de la foto al convertir en G-7 en un G-70, con especial atención a todos aquellos que pudieran, no molestar al adversario (el principal adversario del G-7 es China), sino al compañero occidental, es decir, a Donald Trump. De otro modo, Macron no podría aspirar a ‘prima donna’ del encuentro. 

Pero lo más grave es que Macron ha arremetido contra el presidente brasileño Jair Bolsonaro por los incendios en el Amazonas, que, por cierto, se están exagerando interesadamente. Bolsonaro, a quien, como hombre de cristianos, la idiotizada prensa europea y el idiotizado Ejecutivo español califican como ultraderechista (así, por principio), ha reaccionado calificando de colonialista a Macron… y tiene toda la razón. 

Sí, el hombre contamina, pero sus residuos son reciclables. Lo irreciclable es la piedra, la muerte

En plata: si se queman árboles, planta nuevos árboles. Y eso lo hace el hombre.

Porque, esa es la cuestión, todo este pulso entre el G-7, actuando como adalid del Nuevo Orden Mundial (NOM) y el presunto quema-árboles Jair Bolsonaro se enmarca dentro de una filosofía que el NOM desparrama por el mundo occidental y que resulta genocida. Sí, genocida, porque esa filosofía se emplea para reducir la natalidad dado que el hombre es un depredador del planeta. Es decir, la solemne majadería de Harry y Meghan, que no tendrán más hijos para no dañar al planeta. Esa filosofía puede resumirse así: el hombre, el ser libre de la creación, es un depredador del planeta.

Y es falso: El hombre no desertiza la naturaleza. Al contrario: la fertiliza. Sobre todo, el cristiano. La despoblación es la que produce desierto. La población, por el contrario, produce diversidad. Sí, el hombre contamina, pero sus residuos son reciclables. Lo irreciclable es la piedra, la muerte.

Y el hombre cristiano es el principal fertilizado porque ha sido el que más ha cuidado la agricultura, que no es depredación, sino florecimiento de lo verde frente a lo marrón.

Ejemplo: cuando el islam se impuso en el norte de áfrica el Sahara avanzó hacia el Mediterráneo. Antes, con el colono romano y cristiano, el Magreb era un vergel, granero del Imperio, productor de trigo, uva y olivo. Cuando el islámico, que no tiene paciencia para sembrar y recolectar, se conformó con la ganadería depredadora, la que no necesita pastos, la desertificación aumentó. Porque el enemigo de la diversidad no es la contaminación, sino el desierto.

Pero ‘Lolito’ Macron no puede comprender esto: está pendiente de salir bien en la foto.