El novato líder de Vox le dio una lección de señorío al presidente del Gobierno durante la sesión investidura del lunes 22. Mientras Sánchez arremetía contra Abascal con el insulto –que no definición- de ultraderechista, Abascal respondía con ideas.

De entrada, por vez primera en muchos años, se volvió a hablar, desde la tribuna del Congreso, de la vida del no nacido, el gran olvidado y el gran injuriado de la política española: el ser humano más inocente y más indefenso, el concebido y aún no nacido. Todo ello ante un Congreso que ha convertido el crimen del aborto en un derecho feminista.

Buena definición del sanchismo por parte del líder de VOX: ingeniería social, dictadura progre y frentepopulismo

Abascal, además, definió perfectamente el sanchismo. Sólo olvidó recordar que el presidente del Gobierno acude al tópico como las moscas a la miel y que no se le ve muy consciente de ello, no comprende qué implica lo que dice. En cualquier caso, la definición de Abascal es cierta: el sanchismo es ingeniería social, dictadura progre y frentepopulismo.

Todo ello, por supuesto, concretado en una ristra de lugares comunes: feminismo, homosexualismo, ecologismo, animalismo y transhumanismo y todo ello con una nota distintiva común: la cristofobia.

Todo lo demás fue lo habitual. La izquierda, socialistas, comunistas y separatistas, peleándose a brazo partido por el poder, enseñando los dientes y soltando navajazos por su cuota de ‘responsabilidad’, mientras la derecha, Pablo Casado y Albert Rivera, hacían política de campanario -brillante Casado, enloquecido Rivera- con un cruce de reproches con el Gobierno, sin entrar en las cuestiones de fondo, particularmente en las cuestiones morales, que, en contra de lo que aseguran los tertulianos, son las que preocupan a la gente. 

El debate de Investidura, según lo previsto: la izquierda a hachazos por el poder; la derecha se perdió en el narcisismo catalán

Los líderes del PP y Ciudadanos se perdieron en el narcisismo catalán. Olvidaron que los separatistas son narcisistas, sólo hay una cosa que no pueden sufrir: que se les ignore.

Ojo, también en Economía la nota distintiva durante el Debate de Investidura la puso Vox: es el único de los cinco partidos que cree en la propiedad privada.

Y también ha quedado clara una cosa: hemos situado como presidente del Gobierno a un personaje como Pedro Sánchez que, en desarrollo lógico de su ateísmo, sólo cree en sí mismo. Sánchez es, antes que nada, un ególatra. Se trata de una fe que puede dar muchos disgustos, porque, con tal de mantenerse en Moncloa, repetirá el mayor peligro para la paz en la España actual: el guerracivilismo.