La imagen del Parlamento navarro, con un propio retirando el retrato de SM Juan Carlos I de la Sala de Gobierno, mientras una multitud de cámaras convocadas para la ocasión festejaban notarialmente el acontecimiento, representa la mejor imagen de la España actual. Un país se suicida cuando reniega de su pasado, porque el pasado es el padre del presente, y renegar de él es como matar al padre: resulta que te quedas huérfano.

Pedro Sánchez, un personaje a su vanidad pegado, uno de los mayores insensatos de la historia reciente -copiosa en ellos-, coquetea con la posibilidad de someter a juicio parlamentario (no confundir con los juicios forenses, que ya están en marcha) para someter al tercer grado al hombre que trajo la democracia a España. ¿Se imaginan el gozo de un Pablo Echenique, que ya ha condenado a Juan Carlos I por anticipado, sometiendo al anterior monarca a un interrogatorio KGB, humillando al hombre que hizo la Transición… gracias a la cual Echenique se sienta en el Congreso?

La España iconoclasta, suicida y un poco tonta: los que van a ‘juzgar’ a Juan Carlos I son los comunistas que provocaron la Guerra Civil del 1936

Eso por no hablar de la causa judicial abierta, que ha quedado en manos de la Fiscalía del Tribunal Supremo que, al final, reporta a un personaje conocido en la carrera fiscal como ‘Lola la Loca’, la larga mano del juez Baltasar Garzón.

Y a todo esto, estamos tratando con la venganza de una mujer despechada. El día en que se levanten las ex de Pablo Iglesias… Bueno la verdad es que casi todas ellas están sometidas a disciplina de partido, y de partido comunista, pero siempre he tenido al sensación de que los modernos feministos desprecian más a las mujeres que los antiguos machistas. Al menos, éstos no engañaban a nadie acerca de sus propósitos y de su consideración.

¿Y quién va a juzgar a Juan Carlos I? Pues los comunistas bolivarianos y una separatista catalana -sí separatista- como Meritxell Batet.

En el fondo, la posibilidad de  someter a escarnio público a Juan Carlos I no depende de otro que de Pedro Sánchez, claro está. Y no conviene engañarse respecto a la alianza de los Picapiedra. Pedro Sánchez puede resultar fatuo en su vanidad inconmensurable, pero tonto del todo no es. Le agradaría mucho ser presidente de la III República pero también sabe que pasar de la Monarquía a la República supone un riesgo cierto de que Pablo Iglesias le traicione y sean los comunistas quienes desbanquen a los socialistas. Los bolivarianos aceptan aliados con corbata, del tipo Sánchez, para que les lleven al poder, porque en las urnas nunca lo conseguirían por sí solos, pero, una vez obtenido ese poder, para todo buen comunista, el atildado Sánchez no es más que un estorbo.

De ahí el empeño en juzgar en el Parlamento -son los juicios que realmente humillan- a Su Majestad Juan Carlos I. Los revolucionarios franceses eran mucho más sinceros: llevaban al monarca a la guillotina. Estos prefieren matar en vida con una humillación máxima al personaje. Y la mayor de las humillaciones para Juan Carlos I es que en ella participe su propio hijo.

Al final, Felipe VI corre el riesgo de que los españoles lleguen a una conclusión sobre él: no es culpable de nada pero tampoco nos sirve para nada

Insisto: un rey católico (como católico, reincidente pecador) pero humilde. Un poco golfo pero un gran Rey, que se enfangaba para mantener la concordia entre los españoles. Le ha sucedido un rey puritano, cuya lema podría ser ese de “ni una mala palabra ni una buena acción” y cuyo cometido consiste en “no mancharse los dedos jamás de los jamases”. Y así, le ocurre lo que a todos los puritanos, siempre pendientes de que no les pillen en falta: que al final la gente llega a una doble sentencia sobre su persona, su cargo y su futuro: no es culpable de nada pero tampoco nos sirve para nada.

Y mientras eso llega, el puritano Felipe VI permite que Pedro y Pablo, un Gobierno que pudo evitar si se hubiese mojado con la Operación Borrell, masacren a su padre cuando es él quien le desprecia, confinándole en La Zarzuela, en calidad de arresto domiciliario y ludibrio público. La Reina Letizia, otra resentida, está feliz.

Insisto: entre un rey golfo pero entregado a su función y un rey puritano que no se moja ni en la ducha yo me quedo con el golfo, que, encima, era un Rey con una cosmovisión cristiana de la vida. Su hijo no pasa de ser un vulgar ecopanteísta, amante del planeta tierra.

Ejemplo: a Juan Carlos I, se le acusa de cobrar una comisión con el ave La Meca-Medina. Supongamos que así es. ¿Y bien? Siempre podrá aducir que fue él quien consiguió ese suculento contrato para la industria española. Por eso, porque podría ser un golfo pero se metía en el barro por España. ¿Su hijo se hubiera embarrado por el país?

Porque, para entendernos, entre los pocos podemitas que encima de los hombros tienen cabeza para pensar y no sólo cuernos para embestir, el verdadero objetivo no es Juan Carlos I sino Felipe VI, es la monarquía. Para muchos podemitas y para el propio Pedro Sánchez, para quien el objetivo último, insisto, no es ser jefe de Gobierno sino jefe del Estado. Y no le importaría que fuera a título de Rey.

Para entendernos: Felipe González, Alfonso Guerra o Pérez Rubalcaba tenían claro que debían salvar la monarquía aunque no creyeran en ella, pero Pedro y Pablo pretenden destruirla.

En cualquier caso, ¿de verdad vamos a juzgar al hombre que, con todos sus defectos, trajo la democracia a España?