España se desmelena, nuestras televisiones, fieles representantes del espíritu del tiempo (recuerden que los tiempos no tienen espíritu), se rasgan las vestiduras ante el espectáculo de los jóvenes bailando en las calles. Yo diría que es lo mínimo que hace el vino espumoso cuando se le quita el corcho.

Por otra parte, entre las cosas malas de este virus es que ya no sabemos dónde está cada cual… ni quiénes son los nuestros.

En cualquier caso, el hecho es que el fin del malhadado Estado de Alarma, el 9 de mayo, seguramente por ser el Día de Europa, España se desmelenó mientras el Partido Popular, sin ideas ni ‘ideos’, clamaba por más cadenas y los virreyes autonómicos pugnaban por convertirse en los abanderados de la lucha contra el virus y los presentadores de telediarios adoptaban el aire compungido propio del ciudadano responsable que se rasga las vestiduras al contemplar cómo el personal se daba al libertinaje de las salidas nocturnas: ¡Qué horror!

No es romanticismo sino sentido común: a más encierro domiciliario, más muertos

Vamos, que el país entero se desmelenaba y, encima, la situación ponía el dedo en la llaga sobre el divorcio entre las clases política, judicial y mediática y el pueblo y la clase media española. Los primeros intentando imponer normas, los segundos haciendo cuchufletas a las tales normas.

Lo cierto es que el fin del estado de alarma es una buena noticia por razones práctica: al virus no hay que evitarlo, hay que matarlo. Sobre todo, si la manera de evitarlo consiste en destruir nuestra libertad y en una indolencia que nos arruina.

No es romanticismo sino puro sentido común: a más encierro domiciliario, más muertos. Eso es lo que demuestra la primera ola, la de verdad, las más mortífera, donde la actitud cerril de Pedro Sánchez provocó más muertos -lo que importa no es la cifra de contagiados sino las cifras de muertos por habitante- que en ningún otro país de nuestro entorno incluido el también cerril Gobierno italiano.

Eso sí: sorprende ver al Gobierno Sánchez convertirse en el adalid de los “abrazos, las empresas y el empleo”: ¿quiénes son los nuestros?

Eso sí: sorprende ver al Ejecutivo Sánchez convertirse en el adalid de los “abrazos, las empresas y el empleo”, tal y como expeliera la inefable Carmen Calvo. Esto es: el mismo gobierno que nos arruinó en la primavera de 2020, ahora lucha por las empresas, aquel que destruyó el empleo o lo cambió por subvención aletargante se desvela ahora por resucitar a las empresas y empleos muertos.

Y eso es lo peor. Que no veo yo a Pedro Sánchez dotado con poderes taumatúrgicos ni a Yolanda Díaz haciendo lo único que se le pide hacer: que no moleste, que deje a los emprendedores crear puestos de trabajo. Más bien le veo en la tarea opuesta. En dirección contraria. A ella y a todo el Ejecutivo sanchista.