La Comisión Europea ha pedido a los gobiernos europeos que prohíban viajar a sus ciudadanos. Ocurrió el lunes 25 y constituye uno de los ejemplos señeros de lo que ha degenerado el nobilísimo proyecto europeo de Robert Schuman: el Gobierno paneuropeo se muestra ante la opinión pública preso de la misma histeria que domina a todos los gobiernos europeos, dando consejos a lo Fernando Simón, superando en ineficiencia a los gobiernos nacionales, entre ellos al español.

Teoría general: no vale ocultarse del virus porque es imposible: hay que matarlo

En España, Fernando Simón comparecía horas después en rueda de prensa y volvía por sus fueros: nos ha echado la bronca a todos los españoles porque nosotros, los ciudadanos, no hacemos los deberes y, claro, así no hay manera.

Los deberes, por supuesto, consisten en encerrarnos en una burbuja y respirar lo menos posible, haciendo verdad aquello de que “para vivir así, prefiero el virus”. Y de paso, con una ruina económica que ya es mucho más que una amenaza -es una amenaza próxima- y con una depresión colectiva creciente que propaga la histeria por toda Europa e impide pensar.

No estamos como en la primera ola porque la mortalidad es menor y porque algo aprendemos, aunque muy lentamente

Ahora mismo, estamos al borde de regresar al arresto domiciliario aunque los gobiernos saben que eso no reduce los contagios pero sí provoca la ruina económica. Y es que el pánico provoca siempre la misma regresión mental, que podríamos resumir así: tenemos que hacer algo. Esto es algo. Hagámoslo.

La teoría general, la evidente, lo obvio, aquello de lo que todos nos percataríamos si no estuviéramos dominados por el pánico, es que no vale de nada ocultarse de un virus ultracontagioso, por definición. No hay que esconderse del virus: hay que matarlo.

Por prejuicios ideológicos de los progres, hemos dejado a un lado a la sanidad privada

Y si no viviéramos en espasmos, corriendo de un lado para otro como gallinas mojadas, también nos percataríamos de que no estamos como en la primera ola porque la mortalidad de esta tercera ola es menor… porque algo hemos aprendido. Muy lentamente, de acuerdo, pero hemos aprendido. Por ejemplo, los médicos emplean ahora corticoides desde el minuto uno.  

En cuanto al colapso sanitario: si la histeria fuera menor y si, al menos, el pánico hubiera servido a los progres para superar sus prejuicios ideológicos, hubiéramos echado mano de la sanidad privada. Pero no, la sanidad privada no cura porque es privada. Debe ser la pública, que anda colapsada y con médicos y enfermeras traumatizados.

¿La alternativa? Vivir normal y con esperanza en Cristo. Porque el Covid no es para tanto y sólo los tontos conjuran la muerte ignorándola

¿Existe alternativa? Claro que existe. Se trata de volver a la normalidad y de vivir con esperanza, que para algo somos occidentales y sabemos algo de eso, aunque sea en forma de memoria histórica. De vivir con esperanza en Cristo y con algo más de sentido común. Porque, aunque les parezca una blasfemia, ¿saben una cosa? El Coronavirus no es para tanto. Sí, aunque el venenoso Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, hablara ayer lunes de los 100 millones de contagios que se alcanzarán la presente  semana. Para un hombre inteligente, la muerte forma parte la vida. Sólo los tontos conjuran la muerte ignorándola. Pero saber que la muerte forma parte de la vida es sensatez y, con ella, alegría. Ignorarla es estupidez y, con ella, miedo.