Las cajas rurales que no están en el Grupo Cajamar no podrán seguir en solitario por mucho tiempo. Así lo cree el presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde, que este jueves les ha enseñado la única opción posible: ganar tamaño. No queda otra. Por un lado, porque el negocio requiere economías de escala y, por otro, porque el cumplimiento normativo es cada vez más exigente. Es una regulación que, en realidad, es una trampa: mientras todo vaya bien no pasa nada, pero si la cosa se tuerce pone a las entidades entre la espada y la pared. O se fusionan o son absorbidas.

“Se necesita dimensión para generar esas economías que van a obligar tarde o temprano a realizar iniciativas, sobre todo, de integración de las entidades que no están en el Grupo Cajamar”, ha señalado antes de la inauguración de la nueva sede central de la entidad en Las Palmas de Gran Canaria.

Mientras tanto, la reforma Restoy (¿o era Guindos?) sigue durmiendo en un cajón del Banco de España o del Ministerio de Economía. De momento, las cooperativas de crédito que no forman parte de Cajamar podrán seguir como hasta ahora: independientes.