Mañana del lunes, con la insigne presencia del presidente del Gobierno, del vicepresidente Pablo Iglesias, hombre de bien, de Antonio Garamendi, presidente de la patronal, el secretario general de UGT y CCOO, el presidente de Cepyme, nuevo en la plaza se firma el acuerdo social de los ertes y del despido prohibido. El contenido ya estaba explicado hasta allá donde es posible que Yolanda Díaz, otra mente lúcida de la factoría Podemos, explique algo.

Que se alargan los ertes por los que el Estado pagaba un 70, más bien 50% del salario mientras el empresario no paga pero se compromete a satisfacer cuotas y no despedir. O sea, que el empresario le paga al Estado para que esta pague al trabajador… aunque la empresa no tenga ingresos porque tú, Gobierno, no les dejas tenerlos. ¿No es genial?

Se alargan los ertes y también se alarga la prohibición de despedir

Pues bien, el pacto ha sido a escondidas. Con cámaras pero sin prensa, ni tan siquiera declaraciones. Un pacto vergonzante horas después del rifirrafe entre Marcos De quinto y Pablo Iglesias, porque el primero llamó payaso al segundo -muy mal señor de Quinto, pobres payasos- y el vicepresidente se puso cursi y defendió la figura del payaso y, ya de paso, la suya propia asegurando que él lucha por la justicia social no ya en España, sino en Europa, en su totalidad manifiesta. Al parecer, la justicia social consiste en repartir subvenciones con el dinero de los demás para comprar votos y perpetuarse en el poder.

¿Me siguen? Porque el asunto tiene su enjundia.

Ahora bien, dejando a un lado las tontunas podemitas, estamos ante un acuerdo social vergonzante: con vídeo y sin audio.

Al fondo, lo que se deja ver es que el Ibex y, en general, el empresariado, teme a Podemos. Por eso sostiene a un blando como representante de sus intereses. Antonio Garamendi sirve para mantener el hilo con el Gobierno. La banca, siempre temerosa de Moncloa, la que con más calor defiende a Garamendi.

El acuerdo que nos ocupa alarga los ertes y también alarga la prohibición de despedir. No es mucho más. Pero eso es lo que cabrea a las empresas industriales, especialmente al Instituto de Empresa Familiar (IEF).

Las empresas -que no la banca- braman contra el presidente de CEOE, porque ha aceptado la premisa podemita de subvenciones para todos e inversión para ninguno.
Y no les falta razón: no se sale de la crisis con subvenciones para el que no trabaja sino creando empresa -públicas, si fuera necesario- para dar trabajo al que no lo tiene.

A fin de cuentas, si vamos a endeudarnos hasta las cejas -y lo vamos a hacer- crea puestos de trabajo en lugar de aprovechar de forma espuria la nacionalización que permite Europa para controlar empresas privadas ya creadas y en funcionamiento. 

Las empresas -que no la banca- braman contra el presidente de CEOE, que ha aceptado la premisa podemita de mucha subvención y poca inversión

Pues bien, Iglesias y Sánchez entienden por justicia social el reparto de la miseria. Nadie crea riqueza pero Pablo Iglesias la reparte con el dinero de los demás.

Si se optara por utilizar la deuda para crear empresas y puestos de trabajo, autónomos y pymes aplaudirían con las dos manos. Pero aplaudir un acuerdo sobre ertes para a cambio apoyar el producto estrella, y estrellado, de Pablo Iglesias, el ingreso mínimo vital (IMV, permanente y a cambio de nada, a mayor gloria de ese apóstol de los pobres), el Marqués de Galapagar… pues no parece.

Además, el coronavirus constituye una ocasión idónea para reindustrializar España. Pero eso no es posible con los podemitas. Ellos están en otra cosa.