Los catalanes tiene grandes virtudes, por ejemplo, la laboriosidad. Y tienen un defecto que el nacionalismo político, convertido en independentismo, no ha hecho más que exacerbar: el narcisismo, que en la vida política -y en la de las redes sociales- podríamos resumir así: que se hable de mí, aunque sea bien.

Políticamente, a los catalanes les pierde la obsesión por convertirse en el foco de atención. Los nacionalistas, ahora independentistas, desean fervientemente que en toda España cunda la catalanofobia porque eso alimenta la paranoia narcisista de fuerzas como Junts per Catalunya o ERC.

El cristianismo -que es servicio- supone el antídoto contra el narcisismo independentista, mientras Pedro Sánchez es el arquetipo del político-narciso

Y claro, la Cataluña actual tiene un problema: su descristianización acelerada. Sobre todo, porque el cristianismo supone la única cura contra el narcisismo, de la misma forma que el independentismo no es más que la plasmación actual de ese narcisismo, que olvida que la población de Cataluña es de 7,5 millones y la del conjunto de España 47.

Es decir, que los catalanes representan poco más del 6% de la población española. Sin embargo, su presencia en los telediarios supera con mucho esa sexta parte… y nunca les parecerá suficiente.

Y lo malo es que contra este narcisismo indepe catalán, España ofrece a Pedro Sánchez, arquetipo de político-narciso, enamorado de sí mismo. Vamos mal.

Los catalanes representan poco más del 6% de la población española. Sin embargo, su presencia en los telediarios supera con mucho esa sexta parte

Al mismo tiempo, asusta pensar en una Cataluña presidida por Pera Aragonés o por Laura Borrás, pero aún más por Salvador Illa, porque el PSOE es, en Cataluña, el culmen de la incoherencia. Y es lógico que así sea: se trata de un vástago de la incoherencia mayor que supone que el sanchismo haya introducido en el Gobierno de España a los neocomunistas de Podemos, con derecho de autodeterminación anexo.

El progreso catalán depende de su ‘retroceso’ a la tradición catalana de servicio a los demás mediante la creatividad empresarial y social. En resumen, más servir y menos pedir.

Máxime cuando se exige con artificios tan curiosos como el argumento del referéndum: si el 50 más uno de los catalanes quieren independizarse obligo a a vivir en la República catalana al 100 por 100 y les arrebato Cataluña al 100 por 100 de los españoles. El voto que representa a 3,7 millones de personas se impondría al voto de 47 millones de españoles.

Un argumento absurdo pero que se ha convertido en dogma ‘nacional’.

Y el Sanchismo, no digamos nada los podemitas, no denuncian esta gran estafa: es más, la alimentan para no pasar por fascistas.