Más allá de que el expresidente de Nissan, Carlos Ghosn, vaya a pasar la Navidad y el fin de año en la cárcel -lo han decidido los jueces-, el caso que lo envuelve es una amenaza en toda regla a una alianza emblemática a tres en el sector del motor (Renault, Nissan y Mitsubishi).

La tormenta no será efímera, precisamente, y ha sacado a la luz lo descompensada que está, a favor del lado a la que la inclinó el arquitecto del ingenio; o sea, Ghosn y, más o sea, Francia, con su propio Ejecutivo implicado (por la participación estatal).

No volará por los aires hasta que el caso no se aclare, pero es una bomba de relojería. Los dos fabricantes japoneses han cesado a Ghosn como presidente de sus consejos de administración, pero Renault lo mantiene en su puesto. El único gesto ha sido ceder provisionalmente la dirección ejecutiva a Thierry Bolloré, su número dos.