Si mis derechos los tiene que financiar el vecino porque así lo ordena el Gobierno, resulta que le estoy obligando a ello
Propósito para 2022. Nunca pronuncie -ni piense- la siguiente entradilla: Tengo derecho a...
Más bien repare en sus deberes. En España, el Sanchismo ha convertido los derechos en deberes de los demás, y la reclamación de derechos, reales o presuntos, lo que provoca son efectos tan indeseables como la caridad forzosa.
Tener derecho al trabajo no es que te den el puesto de trabajo que anhelas, sino que te otorguen la posibilidad de obtenerlo sin trabas espurias.
Tener derecho a la vivienda es tener expectativas razonables de conseguir una vivienda, no que te paguen tu casa.
Tener derecho a la salud no significa que te arreglen gratis las hemorroides ni que te curen el cáncer, porque a lo mejor nadie puede curarte ese tumor y porque a lo mejor la cura de tus almorranas, en recta justicia distributiva, debes financiártela tú.
El Sanchismo ha ‘inflacionado’ -observen mi purísimo lenguaje economiqués- la cosa de los derechos: todos tenemos derechos a todo. En el caso del ‘frente popular’ que nos gobierna, asola y enerva, esos derechos -¡oh casualidad!- siempre se financian con el dinero de los demás. En nombre de la justicia social, naturalmente.
Dejando a un lado el pequeño detalle primario de que no tenemos derecho a todo, con lo que viene a matizar lo ya matizado: si mis derechos los tiene que financiar el vecino porque así lo ordena el Gobierno, resulta que le estoy obligando a ello. Y créanme: la caridad forzosa es caridad espuria, vacía, que no crea impronta. Sólo la generosidad libre funciona, porque solo la libre decisión de ayudar al otro y sólo los propósitos tomados en libertad permanecen en el tiempo sin necesidad de imposiciones.
Así que propósito para 2022: menos exigir derechos y más cumplir deberes. Un buen propósito para el 1 de enero, esos propósitos que en ocasiones no se olvidan el día 2 sino el lunes 3. Mismamente.