El pasado mes de diciembre, el Parlamento portugués aprobó nuevamente una ley de eutanasia.

Sin embargo, el pasado miércoles 4 de enero, el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, volvió a bloquear por tercera vez la ley de eutanasia.

En esta tercera ocasión, Rebelo de Sousa lo hizo enviando la ley al Tribunal Constitucional, que deberá pronunciarse por segunda vez acerca de si el nuevo texto respeta la Carta Magna.

En 2021 el Tribunal Constitucional dictaminó que la eutanasia puede ser constitucional en ciertas condiciones, por 7 votos contra 5. Pero la ley no salió adelante.

El actual jefe de Estado, Marcelo Rebelo de Sousa, que es católico y es también el político mejor valorado en Portugal, ha usado distintos mecanismos para bloquear la norma ya tres veces, lo que demuestra que, si quiere, la primera autoridad del Estado -en España, Felipe VI- puede bloquear leyes injustas o que atenten directamente contra la vida humana, como el aborto o la eutanasia.

La Constitución portuguesa dice que "la vida humana será inviolable" y que "en ningún caso existirá pena de muerte".

La Constitución portuguesa dice que "la vida humana será inviolable" y que "en ningún caso existirá pena de muerte

La eutanasia y el suicidio asistido suponen traspasar la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo. Y por eso es acorde con la ley natural: respetar la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción a la muerte natural.

Y esa frontera ética debería estar reconocida por las leyes: como el ‘no’ a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio. Es decir, es la misma razón por la que hay que oponerse también a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio: no con un argumento religioso, sino meramente humano y racional.

En los países donde se ha aprobado la eutanasia y el suicidio asistido, está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales..., que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.

Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando al eutanasia sin su consentimiento.