Estaba empezando a escribir un artículo, para comentar la actual situación política de España y lo vivido estos últimos días, cuando pensé; ¿y de qué? ¿Decirle al Rey que cuanto más tiempo pase, tarde o temprano tendrá que dar la cara en defensa de la unidad de España, como reino y como estado, y en defensa de la Constitución? ¿O dirigirme a un tal Sánchez, actual primer ministro -hay que rebajar el título- para decirle que está atentando contra la seguridad de la Nación? ¿O acaso al sistema judicial y a los jueces para decirles que es el momento de demostrar su independencia, dejándose de ambiciones y de trucos de leguleyos a la hora de aplicar y cumplir con la Constitución?

Entonces me vino a la mente aquella frase y deseo, que en estos mismos días oiremos -ojalá en muchos sitios- «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

Al mismo tiempo recordé aquellos años del siglo pasado de 1973 al 1978, en que se empezó, se gestó y se completó con la aprobación en un referéndum de toda la nación nuestra actual Constitución. Y me pareció que el mejor regalo de Navidad que podía hacer a mis conciudadanos era el discurso final del presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Libertades públicas, D. Emilio Attard Alonso, en la sesión 24, última de aquella Comisión, que aprobó el texto Constitucional para trasmitirlo después a nuestras Cortes y al pueblo español, para su aprobación, como así fue.

CORTES

DIARIO DE SESIONES

DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

COMISION DE ASUNTOS CONTITUCIONALES

Y LIBERTADES PÚBLICAS

PRESIDENTE: Don Emilio Attard Alonso

Sesión número 24 celebrada el martes, 20 de junio de 1978

Se abre la sesión a las diez y treinta y cinco minutos de la mañana

Proyecto de Constitución (y XXIV).

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El señor PRESIDENTE: La Presidencia, y esta exigua Mesa que le asiste -no por exigua menos válida-, siente profundo dolor de terminar. (Risas.) Ahora que ya se iba equivocando menos en los nombres, pero que se ha quedado con el afecto de la Comisión, hemos de dar por concluso el debate, como absolutamente queda concluido, ya que nuestro dictamen consta en el <<Diario de las Sesiones>> de esta Comisión.

Hemos celebrado, desde el 5 de mayo, veinticuatro sesiones; hemos consumido en este trabajo intenso 148 horas, merced a la apertura de posibilidad de enmiendas «in voce»; se defendieron 202 enmiendas «in voce», y se han producido, hasta el mediodía de hoy, 1.342 intervenciones de Sus Señorías.

Merced a la amplia apertura de posibilidad de sustituir los miembros de la Comisión por la documentada autorización de los Grupos Parlamentarios, por esta Comisión ha pasado lo mejor del Derecho Constituyente de los representantes del pueblo español.

Nosotros debemos estar satisfechos y no podemos consentir que se malbarate la labor hecha, porque habéis hecho, señores Diputados, una Constitución que plenamente ha de satisfacer al pueblo español.

Yo me propuse, cuando me honrasteis con el nombramiento de Presidente, imponer la cordialidad, porque creo que era esencial para que la labor fuera bien hecha; que todos se expresasen con la máxima libertad, porque no de otra manera se puede hacer la Constitución de un pueblo que aspira a ser libre, y que no se produjera jamás aquella ruptura que podría determinar que no llegásemos todos juntos a presentar al Pleno la Constitución en los propios términos. Mi propósito era que, por encima de todo, no se produjera la ruptura constituyente. Yo tengo el convencimiento de que el envilecido, el adulterado y el prostituido término <<consenso>>; yo, que no he participado en ninguno, porque el Presidente no debía participar, quiero hoy reivindicar aquí lo que ha sido la transacción y el compromiso, que no otra cosa es el consenso. Nosotros, desde San Pablo a Rousseau y al Código Civil, sabemos lo que es ceder de nuestro derecho y hallar aquel denominador común de la coincidencia. Y eso y no otra cosa han sido las transacciones logradas. Yo muchas veces me pregunto: qué es preferible, aquella noche del 23 de mayo, que a muchos nos dolió, o aquella noche del 13 al 14 de octubre de 1931, en que se rompió la estructura constituyente. Yo prefiero la noche de la cena de <<José Luis>>, a la que no he asistido. (Risas.)

La Constitución es amplia, la Constitución es un traje, como decía Azaña, que nos va a servir a muchos españoles. La Constitución no ha sido ni un trágala, como dijo Manuel Fraga, ni ha sido sectaria, ni ha sido doctrinaria, como dijo Felipe González que no debía ser la Constitución.

Todos los que iniciamos el debate podremos mañana concurrir al Pleno y entregar el dictamen de esta Comisión, en la que no hay nadie que no haya defendido su derecho y que no haya reservado la enmienda o el voto particular para hacerlo valer en las últimas instancias. Esta ha sido la gran labor que ustedes han hecho posible, que Sus Señorías han hecho buena y que yo me honro en presidir como el mayor galardón que podría ya justificar una retirada de cualquier actividad política; porque la ambición queda cumplida, no con entregar la Constitución, sino con quedarse en el corazón el afecto de todos los Diputados constituyentes, y esto sí que creo que me lo llevo. 

Como la prensa ha colaborado, le expresamos nuestra más profunda gratitud. Han sido los representantes del pueblo en esta sala los que, día a día, con más puntualidad que los señores Diputados, estaban aquí para asistir a nuestros debates. (Risas.)

Qué gran responsabilidad la de esta Presidencia para trasladar al país la auténtica imagen de la Constitución transaccionada, que ha de servir para regir los derechos de los hombres y de los pueblos de España en algunas décadas de paz y de convivencia. Esto es a lo que aspiramos y esto es lo que creo que refleja el proyecto constitucional.

Gracias, en definitiva, a todos; gracias a los señores letrados de las Cortes que nos han asistido; gracias a los señores taquígrafos, que también han soportado nuestra pesadez y nuestras impertinencias; la prensa, como dejo dicho; gracias a los ujieres, y gracias a todos los que, conjuntamente, han hecho esta labor que ha de servir para reconducir el Derecho Político dentro de la Constitución y dentro de la continuidad histórica, que no es continuismo, de los españoles en esta nueva etapa que nos ha tocado la honra y la servidumbre de vivir. Muchas gracias a todos. (Los señores Diputados, puestos en pie, subrayan las palabras del señor Presidente con fuertes y prolongados aplausos.)

Eran las nueve y cuarenta minutos de la noche.

 

La mayoría de los que actualmente componen nuestras Cortes y nos representan en ellas, eran niños, o muy jóvenes, o no habían nacido. Lo mismo que nuestro Rey. No sé cuántos de ellos leerán este texto, pero los que lo hagan espero que les sirva para reflexionar.

Personalmente, recordando aquellos días, y viviendo estos, se me han saltado las lágrimas.

¡Pobre Constitución, pobre España!