Apenas días después de que se cumplieran los 18 años de la muerte de Luis Valls-Taberner, el juez José Luis Calama Teixeira ha decidido empitonar a Ángel Ron, el sucesor elegido por Luis Valls como primer ejecutivo del Banco Popular, mientras exoneraba a Emilio Saracho, el hombre llegado al Popular... para liquidar el Popular. 

Injustamente, el 'Popu' fue vendido al Santander por un euro, en una historia que mejor olvidar y que ya hemos narrado en estas páginas.  

Pero ahora viene a cuenta la figura de Luis Valls-Taberner tirando a irrepetible. Les cuento: ocurrió cuando Rodrigo Echenique es enviado por Ana Botín a dirigir el Popular recién asimilado al coste un euro. Apenas recién llegado, Echenique llamó a Miguel Ángel Prieto, el último director general del Banco de Depósitos:

-Suba usted a despachar conmigo.

A lo que Prieto respondió: 

-Yo no tengo nada que despachar con usted, Don Rodrigo, porque usted no ha comprado el Banco de Depósitos. 

Y así era. La JUR europea de Elke König puso en venta -por decir algo, porque se vendió por un euro- el Popular, pero no el Banco de Depósitos, que durante unos años fue el eje de la gran obra de Luis Valls. Hoy, el Banco de Depósitos ha desaparecido, adquirido por la Caja Rural de Almendralejo, una entidad a tener en cuenta, obra de Fernando Palacios, que adquirió el Depósitos por 70 millones de euros.  

Ahora bien, ¿cuál fue esa gran obra de Luis Valls? Pues muy sencillo: Luis Valls consiguió que todos sus consejeros menos uno (Gonzalo Fernández de la Mora), renunciaran al gran chollo de la aristocracia financiera española: el cobro de su participación en beneficios, que solía suponer nada menos que el 5% del beneficio bruto total a repartir entre los consejeros, a cambio del esforzado trabajo de sentarse en un sillón y escuchar una no muy larga disertación sobre el negocio -que muchos ni entendían- unas 11 veces al año. Una pasta gansa y sin necesidad de tener acciones, que aquí no hablamos de dividendos sino de participar en el beneficio antes del reparto de lo conseguido entre los verdaderos propietarios: los accionistas.

Luis Valls dedicó este dinero a obra social. Entre otros instrumentos, vehiculada a través del Banco de Depósitos y destinada a  monasterios, universidades, colegios, fundaciones, etc. que se vieron beneficiadas por este hecho revolucionario. ¿Muchas de estas instituciones eran católicas y alguna del Opus Dei? ¡Por supuesto, qué se creían!

Y no por ello dejó de construir Luis Valls el banco más solvente y más rentable del mundo. Y es que lo que importa no son los sistemas, ni los modelos, ni las políticas: lo que cambian las cosas son las personas. A veces, incluso para bien. 

Era el momento de recordar una figura como la de Luis Valls-Taberner. No, el juez Calama no tiene ni idea de esto y a Emilio Saracho, banquero de inversión, la obra social de Luis Valls le parecerá algo peor que una idiotez: una agresión a su placentera cosmovisión existencial.