¿De verdad una mujer de 2023 se siente más liberada y feliz que una de 2018? El feminismo se ha convertido en enemigo de la mujer, como enemigo natural que es de las dos grandezas femeninas: la virginidad y la maternidad
La frase corresponde a Chesterton, hace ya un siglo: “200.000 mujeres gritan: ’No queremos que nadie nos dicte lo que tenemos que hacer’. Y acto seguido van y se hacen dactilógrafas". El Sanchismo se vanagloria de que su principal objetivo es la igualdad, se supone que la igualdad de la mujer con el varón, pero lo único que ha conseguido es mantener el doble trabajo de la mujer: en el hogar y fuera de él, con aún mayor discriminación en el mundo laboral, pero con menos respeto del varón por la feminidad. En efecto con el Sanchismo se han disparado las violaciones y otras agresiones sexuales contra la mujer, el mundo transexual le ha quitado identidad y, encima, la ley del sólo el sí es sí, perpetrada por feministas, ha supuesto una siniestra ofensa hacia la mujer al poner en libertad a los violadores.
Con Sánchez, la mujer no está mejor que antes del 2 de junio de 2018: está peor. A cambio, el hartazgo del varón sensato, convertido en el blanco de injurias por parte del oligofrénico discurso oficial, ha acrecentado la misoginia.
Pero sí es verdad que el mal viene de antes. Nació con la incorporación de la mujer al mundo del trabajo industrial, que fue casi tan negativo como el de la incorporación del varón al mundo laboral del desarrollismo. Lo explican muy bien los tradicionalistas en su revista Ahora. Claro que la mujer trabajaba antes de la llamada incorporación femenina al mundo laboral. Trabajaban en su casa, al igual que el varón, que también trabajaba en su casa porque la unidad empresarial más habitual era la familia. Todos eran pequeños propietarios y no había proletarios. Y ambos, marido y mujer, se remuneraban a sí mismos.
La necedad crece: los días de lactancia masculinos resultan especialmente cachondeables y especialmente ilustrativos
El trabajo fuera de casa contribuyó, primero a la esclavitud laboral del hombre, luego a la esclavitud laboral de la mujer, que dejó de ser la reina de su hogar -no queremos que nadie nos dicte- para convertirse en esclava de su jefe: dactilófraga.
No tengo ni idea de cómo se revierte esta situación pero, hombre, vendérmela como la cumbre del progreso, ya es demasiado.
Y sí: me temo que la falta de respeto creciente hacia la mujer, por parte del varón y por parte de la mujer, de ambos, está directamente relacionada con este doble trabajo al que sometemos a la mujer y que, por mucha conciliación que le echemos, por muchos días de lactancia que ofrezcamos al varón, que no puede proporcionar leche a sus retoños, la era de la liberación de la mujer se ha convertido en la era de la mayor esclavitud de la mujer, de cualquier tiempo o lugar.
Con un añadido letal: hoy, muchas mujeres, hartas de su doble trabajo, están amargadas porque consideran que la única discriminación real, natural, que experimentan, la maternidad, constituye una condena, en lugar de su mayor realización, digna de ser envidiada por el hombre. Como varón, reconozco que sólo envidio una cosa de la mujer: la maternidaid. La relación que se establece entre la madre y el hijo es insuperable.
¿De verdad una mujer de 2023 se siente más liberada y feliz que una de 2018? El feminismo se ha convertido en enemigo de la mujer, como enemigo natural que es de las dos grandezas femeninas: la virginidad y la maternidad
La prueba del algodón: ¿de verdad una mujer de 2023 se siente más liberada y feliz que una de 2018? ¿Y que una de 1.918?
En cualquier caso, el feminismo se ha convertido en enemigo de la mujer y eso se comprueba al contemplar los dos mayores odios feministas: la virginidad y la maternidad.