La invasión de Rusia en Ucrania no tiene visos de solución hasta que los países de la OTAN no estén dispuestos a celebrar un referéndum o consulta popular que legitime el debate político de si debemos enviar efectivos militares a Ucrania para garantizar la paz y, sobre todo hacer uso de la fuerza como respuesta en caso de agresión rusa. 

Algunas cancillerías europeas se han planteado muchas opciones políticas para acabar con la guerra de Putin pero hasta la fecha ninguna ha dado resultado. Todas ellas temerosas por provocar la mecha de una III Guerra Mundial. Para garantizar la seguridad futura de Ucrania ante el expansionismo de Putin nos queda adoptar una decisión política controvertida si no cuenta con la aprobación de la sociedad, como es enviar fuerzas europeas de paz pero dispuestas a responder en caso de agresión.

Mucho se debate en Europa desde hace tres años sobre la solidaridad de los países de la OTAN con Ucrania tras la invasión rusa y el deseo del presidente norteamericano Donald Trump de llegar a un armisticio pronto. De hecho, de poco han servido las sanciones internacionales que decretó la UE porque no sancionan y Rusia sigue con su máquina de guerra y bombardeando a diario territorios ucranianos así como causando bajas en vidas humanas. El envío constante de armamento a Kiev  es “un quiero pero no puedo” por si nos arrastra a un conflicto mundial.

Harto de los vaivenes de Europa, Trump apuesta por arrancar ahora un armisticio entre Ucrania y Rusia pero sin Europa. Kiev sin embargo con razón exige garantías a la comunidad internacional (EEUU, OTAN y UE) de que tras una capitulación de Ucrania de facto en forma de cese del fuego y tratado de paz con Moscú  no aproveche Putin esa  triquiñuela en el futuro para nuevas invasiones en el país vecino, con la excusa de “desnazificar el territorio” donde cohabitan familias de origen ruso también.

La UE y la OTAN han adoptado hasta la fecha -tanto de forma corporativa como unilateralmente- distintas opciones como: más ayudas financieras, más armamentos, más sanciones, más presión diplomática, preparar fuerzas de paz, un ejército europeo, “cúpula de hierro”,  etc pero ninguna resuelve la guerra de Putin en Ucrania. Tampoco ha impedido pese a las sanciones que países como España cofinancian la guerra de Putin y se manchen de sangre comprando gas y uranio rusos mientras lloran las muertes de civiles ucranianos ante la opinión pública. Al contrario, nos estamos comportando con la autocomplacencia de querer mantener nuestras economías e intercambios comerciales con todos los países pese a la guerra  pero sin asumir ninguna responsabilidad real en el conflicto por temor a las críticas.

España, como anfitriona de la próxima cumbre de la OTAN en junio en Madrid, debería proponer a la comunidad internacional un acto de valentía diplomática: Celebrar un referéndum en la UE para decidir algo insólito en la historia como es si debemos enviar efectivos militares a Ucrania que garantice la paz del invasor de Rusia y hacer uso de la fuerza en caso de ataque ruso. 

De la misma forma que Sanchez ha propuesto una “consulta popular” para decidir una operación empresarial de mucha menor trascendencia como es la opa del BBVA sobre el Banco Sabadell, con más razón para una cuestión muchísimo más relevante para todo el continente. ¿Están los países de la OTAN dispuestos a  avalar las garantías de paz exigidas por Kiev, defender la inviolabilidad territorial legítimas  de Ucrania con una respuesta militar en caso de agresión externa?. Esta decisión popular agradaría a Washington porque por un lado Europa por fin asumiría su mayoría de edad y por otro porque está deseando emanciparse de la defensa europea y centrar su nueva geopolítica en Asia y el Pacífico.

Hasta entonces, Putin, salvo que no vea una resistencia férrea, no dejará de bombardear territorios ucranianos sin renunciar a sus conquistas en Crimea y región del Donbass.

Los países de la OTAN afanosos por terminar con la guerra a las puertas de casa tras el fracaso estrepitoso de todas las iniciativas llevadas a cabo en los últimos  años, parece no tener otra alternativa de asumir más fácilmente el coste político del envío de efectivos militares a la zona en son de paz gracias al respaldo de las urnas. 

Por eso la pregunta clave al nuevo gobierno en Berlín, así como a París, Londres y  autoridades en  Bruselas, ¿estamos decididos a actuar de forma consensuada por una vez y  firmemente a defender Ucrania de forma consecuente o seguiremos con el paripé dialéctico que ha alargado tres años la guerra de Putin mientras siguen muriendo miles de inocentes civiles? Esas fuerzas de paz pasarían por decretar un bloqueo total con navíos de guerra  el acceso de Rusia al Mar Negro, sin que se haya hecho a día de hoy sorprendentemente con ayuda de Turquía (según la Convención de Montreux de 1936) para hacer más efectivas las sanciones internacionales.

No son pocos los analistas internacionales que no descartan que Putin tenga en mente proseguir el expansionismo en el futuro con otros territorios vecinos como Transnistria, Moldavia, las repúblicas bálticas, etc. ante la paranoia rusa de la proximidad de tropas de OTAN. Qué hará Europa en ese caso, ¿nuevas sanciones y protestas diplomáticas que han demostrado sobradamente  no conducen a nada?

El referéndum para decidir el envío de brigadas españolas así como europeas a Ucrania legitimaría las actuaciones de los gobiernos y oposición, sentaría un precedente en la geopolítica internacional  y obligaría a Rusia a contener sus anhelos expansionistas. Además debería acallar las posibles protestas populares en los países europeos en contra de una decisión unilateral del gobierno sea del color que sea, gracias a la  validez respaldada por la soberanía popular mayoritaria.

Esa misma consulta popular en España -por qué no de forma electrónica- sería una acto de valentía y sentaría un precedente en toda Europa. Si el envío de tropas europeas de paz se hace efectivo, asumimos enseñar los dientes a Rusia, liberar unos fondos multimillonarios a capítulos muy concretos como  la recostrucción, movilizar reservistas y tropas del ejército, reforzaría la unidad europea, así como sobre todo la conciencia colectiva del riesgo de un enfrentamiento bélico con Rusia en caso de violar la paz.

Cualquier otra medida diplomática y financiera -como las emprendidas sin consenso hasta la fecha de muy escasa efectividad- corre el riesgo de  alargar la agonía de Ucrania y el peligro de contagio a otros posibles territorios europeos fronterizos con la Federación Rusa. La libertad de los pueblos no puede en ningún caso causar tanto daño.