Salvatore Cordileone, calificado en algunos medios como ‘ultraconservador’, ha prohibido la comunión a Nancy Pelosi en la diócesis de San Francisco, de la que es arzobispo y donde reside la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos.

Estamos hablando de una decisión que le compete a él y solo a él; no al Vaticano ni al obispo de Roma, el Papa Francisco, ni tampoco a la conferencia episcopal norteamericana. No se trata, por tanto, de un desafío al Vaticano, que hace un año frenó el documento de los obispos de EEUU que prohibía la comunión a Joe Biden, como han publicado algunos medios,

“Como no has rechazado públicamente tu posición sobre el aborto y sigues refiriéndote a tu fe católica para justificar tu posición y recibiendo la Santa Comunión, la hora ha llegado”, afirmó Cordileone en una carta conocida el viernes y en la que pidió a Pelosi “repudiar públicamente su defensa del ‘derecho’ al aborto o bien abstenerse de hacer referencia a su fe católica en público y de recibir la Santa Comunión”.

pelosi comunión

Cordileone, como buen pastor, le indica que no podrá volver a comulgar hasta que “repudies públicamente a tu defensa de la legitimidad del aborto y confieses y recibas absolución de este grave pecado, en el sacramento de la Penitencia”.

Con esta decisión, el arzobispo de San Francisco -un ultra de tomo y lomo- muestra el camino a otros obispos norteamericanos, por ejemplo, a Wilton Gregory, cardenal arzobispo de Washington, partidario de seguir dando la comunión a Joe Biden a pesar de su apoyo al asesinato de bebés en el seno de sus madres.

La prohibición de Cordileone no es baladí y nos enseña y recuerda algo muy importante y de rabiosa actualidad: un católico no puede apoyar a políticos o formaciones políticas que defiendan el aborto, tampoco bajo el argumento del mal menor. A ver si nos enteramos.