La última visita de la Fundación Madrina al epicentro de la DANA hace apenas unos días ha evidenciado que aún hay zonas que están lejos de alcanzar la normalidad. A las secuelas físicas y psicológicas, se suma la quiebra en la que han quedado muchas familias que han tenido que costear la hipoteca, al tiempo que las reformas para regresar a casa. Cientos de familias continúan en hogares temporales o en casa de familiares.

“Lo que ha hecho la dana es bajar un escalafón a todos en la pirámide social, de tal manera que quienes tenía poder adquisitivo han quedado en la pobreza y las familias vulnerables, al borde de la miseria”, sostiene Conrado Giménez Agrela, presidente de la Fundación Madrina.

El Instituto Valenciano de la Edificación ha destinado más de 300 bloques a demolición parcial o total y ha declarado 1.458 viviendas inhabitables —frente a las 491 que ha ofrecido el Estado—. La Cámara de Comercio de Valencia, que contabilizó unas 2.400 empresas afectadas “gravemente” por la emergencia, afirma que “un centenar han cerrado, lo que equivale al 6% de las ubicadas en la zona cero”. 

En el barrio El Raval de Algemesí no han vuelto a abrir ni el colegio ni el polideportivo. El único parque infantil está devorado por la maleza y los mosquitos pican a los pocos niños que van. Las casas situadas paralelas al río, inhabitables desde la dana, han sido ocupadas por habitantes de calle mientras son derruidas por la administración.

Mientras, las familias de Valencia tratan de salir a flote después de que el fango arrasara sus casas, entre marañas burocráticas para cobrar las ayudas, principalmente las de la Administración central, y la solidaridad de toda España que no ha dejado de sentirse con el paso de los meses.

El 25 de mayo, Fanny escribió a la Fundación Madrina: “Hoy volvemos a casa definitivamente. Nos quedan cositas por pulir, pero ya es habitable. Nos hemos acordado de la Fundación, mi familia y yo os agradecemos de corazón todo lo que hicisteis por nosotros… ya sabéis que aquí tenéis vuestra casa”.